Durante muchos años estuve haciendo mis contribuciones al colectivo a través de una lista en Internet en la que no siempre estaba muy cómodo a causa que casi la mayoría eran dependientes de mayor o menos grado, mientras por mi incipiente incursión alguno de ellos me decía que mi grado de minusvalía era puramente administrtativa (tenía por aquel entonces tan solo un 30%) y eso me cortaba en más de una ocasión, era como el producto de una especie de complejo que provocaba en mi un poco de menosprecio por mi parte. Tan solo me alentaba a continuar entre ellos, el hecho de encontrarme con una mujer extraordinaria que me ayudaría sobremanera. Ella es una persona muy positiva, charlabamos mucho tiempo, casi a diario. Recuerdo muy bien que la empatía que entre ambos se genero comenzó por la costumbre en dar siempre la bienvenida al nuevo ingreso, por esa causa llegamos a profundizar en nuestros conocimientos que adquiríamos merced a las vivencias de cada uno y de todos, en general, en torno a unas participaciones espontáneas que se generaban y que nunca eran de una programación sino de una intervención puntual de cada cual. Por el tiempo llegaríamos a comprobar, quizás, que ese no correspondía al lugar que nosotros necesitábamos y por distintas razones, el caso es que causamos baja. Hoy día cada uno se dedica a sus compromisos sociales que ocupan felizmente su tiempo, y digo feliz por coincidir con aquellas actividades que nos genera y que nos llenan.
Poco a poco nos fuimos comprometiendo un poco más, hasta el punto de ocupar gran espacio de nuestros tiempos. Ella en una ciudad, yo en otra y bien distantes la una del otro, pero ambos unidos por un sentimiento de sana amistad fraguada con los pasos de los años.
Nos mostramos una mutua admiración que traspasa lo habitual. La una y el otro, piensa que el contrario es su maestro. Como una dualidad en los sentimientos que nos hace ser todavía mucho más respetuosos, más tolerantes. Particularmente yo la estimo mucho. Creo que ella a mi de la misma o parecida manera. Nos ayudamos mutuamente siempre que la ocasión así se nos presenta y todo ha sido en orden a nuestra voluntad demostrada en el transcurso de los tiempos.
Al principio chateábamos bastante, hasta que nos conocimos bastante, hoy mantenemos una bonita y sana amistad que, seguramente, permanecerá en el tiempo.
Por todo lo anterior dedico mi tiempo desinteresadamente en favor de la participación abierta a mis semejantes, esperando que algún día surja de manera casual el encuentro con otra magnífica persona que, como mi amiga, podamos entablar una mágica y bonita amistad, aunque sea producto de nuestras discrepancias, todo ello nos ayudará, posiblemente, a nuestro conocimiento. Yo aliento al colectivo a que busquen una relación como la relatada pues resulta muy gratificante disponer de una posible alma gemela que nos ayude en nuestro viajar por los mundos de la dependencia, compartiendo aquellos momentos que requieran en cada ocasión.
Quizás sea como un sueño, pero que bonito sería en verdad.
A ti que supiste entenderme y en la que pude confiar mis vivencias, agradecerte la amistad que seguimos manteniendo.
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