Por Mª Ángeles Sierra.
Un año más administraciones públicas, representantes sociales y políticos, medios de comunicación y personas directamente implicadas se preparan para la celebración de uno de esos días en que se ensalza la figura de un colectivo desfavorecido y que como en el cuento de la cenicienta pasadas las 12 de la noche, verá su carroza convertida en calabaza y pasará por otro año a formar parte una vez más de la desidia, de la discriminación y del olvido.
3 de diciembre, Día Internacional de las Personas con Discapacidad y para quienes piensan como yo, el día de hacer a nuestra costa y mientras son pocos los que se percatan, el ridículo.
4 millones de personas con diversidad funcional (discapacidad) en España. Más de 4000 asociaciones repartidas por todas las Españas, lo que equivale numéricamente a que por cada 1000 personas con discapacidad tocamos a una asociación cuando la inmensa mayoría y por falta de garantías, no queremos estar asociados. Un único interlocutor válido, mediador entre las administraciones publicas y las representaciones políticas denominado CERMI, que de forma confederada y a través de más o menos 20 representantes sumando los dudosamente autonómicos, es sin duda actor principal y responsable directo del pasado, presente y futuro de las políticas y medidas de aplicación económica de todos y cada uno de nuestros colectivos.
Estos gigantes sesudos de la discapacidad,-donde cada una de las secretarías generales del CERMI desde los ámbitos autonómicos hasta el ámbito nacional, recaen curiosamente sobre la ONCE, así como la disponibilidad de sus sedes sociales-, parecen no dar a basto en la irresolución de todos y cada uno de nuestros conflictos, porque la realidad es que a medida que los años pasan y las siempre costosas conmemoraciones se suceden, vamos dando un paso hacia delante y tres hacia atrás.
Si bien es cierto, que el interlocutor es válido frente a las políticas de cualquier (des)-gobierno, no es menos cierto que es a su vez absolutamente inválido frente a las necesidades reales de todos y cada uno de los colectivos que representa, tanto en la diversidad física, como intelectual, mental, o sensorial por cuanto sigue sin encontrar solución directa y personalizada que abarque a la mayoría de sus individuos.
De estás misma élites, y como al parecer no podía ser de otra manera, han ido naciendo representativas entidades como oficinas permanentes de defensa de nuestros derechos cuya más reconocida actividad es para nosotros el saber que miran para otro lado y nos enfrentan al multitudinario silencio.
Razón por la que en los últimos tiempos, no están siendo pocas las plataformas ciudadanas como las muchas que se han creado en España en apoyo al cumplimiento de la ley de la dependencia o la plataforma inclusión formada por padres y madres de niños y niñas discriminados en los colegios.
Aun se cuentan por miles los niños que no pueden acceder a un sistema educativo inclusivo con el resto de sus compañeros porque las propias administraciones que a través del mandato legislativo supuestamente les protegen, les deniegan todo tipo de medios y apoyos hacia la igualdad de oportunidades. Niños como Silvia en Extremadura que tras sufrir malos tratos en los colegios de su localidad con la connivencia de los responsables educativos directos y tenerse que ver obligada a la desescolarización sigue después de seis años sin ser receptora de apoyos directos necesarios, porque nadie quiere hacerse cargo. O niños que como Arturo en Galicia son retirados en el horario de recreo de sus compañeros porque el entendimiento y la aplicación de esas leyes en vigencia aun siguen quedando lejos. Niñas como Gloria en Andalucía cuya familia se ha visto invitada casi a la fuerza a no enviarla a excursiones y campamentos, sintiendo como sienten, hondo muy hondo, lo que supone el sufrir la rabia del inmerecido desprecio y la discriminación.
Solamente con ver estos simples ejemplos, no será difícil adivinar, que en educación, formación y empleo por más que se invierta y nunca sabremos donde cae realmente tantísimo dinero, -además de en el silencio-, los colectivos de personas con diversidad funcional estamos muy por debajo de la media nacional en el desarrollo de estas áreas y otras tantas y no es porque nosotros valgamos menos, sino porque otros adquieren más, haciendo creer que valemos menos.
Y no son solo estos ejemplos, -que ya darían como para que incluso sus victimas directas se diesen hasta por altruistamente contentas-, tampoco nos faltan quienes hoy no pueden acceder a un simple transporte público, arriesgan su vida en un paso de peatones sin señales acústicas, o por falta de intérpretes no pueden acudir a un médico, quienes ven imposible adquirir una simple silla de ruedas para el desarrollo de su movilidad, aquellos que no pueden ni siquiera levantarse de sus camas por que no tienen quien vaya a hacerlo o quienes contra su voluntad se convierten en carne de residencia a falta de apoyos para llevar la vida independiente que siempre quisieron.
Sabemos, los técnicos, políticos y representantes saben que somos una población que sufre un escandaloso agravio económico comparativo en coste de igualdad de oportunidades que desde tiempos innombrables pero de forma indirecta e interesada las administraciones y a modo de caprichoso derroche están invirtiendo y sin embargo son pocos, muy pocos y ya se cuidan de que bien docilizados quienes salen del agujero.
¿Alguien sabría decirme de qué va este cuento? Como el de la Cenicienta, de manipulación, explotación y silencio.
Después de 47 años de continua lucha y tregua por la consecución de mis, –nuestros-, siempre inalcanzables derechos, pensando además en las muchas y muchos que sin conseguirlo ya se fueron, se me ha quedado a mi el cuerpo como para celebrar este diabólico cuento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario