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'Balada triste de trompeta': el circo de las dos Españas
Álex de la Iglesia ofrece una tragedia grotesca sobre el amor y la venganza
Ninguno de los estrenos destacados de esta semana transcurre en el mundo actual. Tampoco suceden, en algunos casos a pesar de las apariencias, en el mundo real. Su campo de acción, incluso su razón de ser, son sendos universos mitificados y/o hiperbolizados a causa de la grotesca nostalgia, la fantasía o el reciclaje pop. Sirva como ejemplo número uno la novena película de Álex de la Iglesia, Balada triste de trompeta, que hoy llega a la cartelera tras su triunfo en la Mostra de Venecia -dos premios: mejor dirección y mejor guión-. Su territorio es el mismo al que aludía la canción homónima de Raphael: «Uun pasado que murió y que llora, y que gime como yo». El vasco mira ese pasado y ve al miliciano de Robert Capa y a Fraga bañándose en Palomares, al Lute, a Giménez del Oso, a Paul Naschy, a la gallina Turuleta y, cómo no, a Francisco Franco.
Santiago Segura, a la izquierda, vestido de payaso, en un ataque a las fuerzas fascistas durante la guerra civil.
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Información publicada en la página 102 de la sección de Espectáculos de la edición impresa del día 17 de diciembre de 2010 VER ARCHIVO (.PDF)
Compilados a lo largo de unos magistrales títulos de crédito, esos iconos configuran un universo legendario en el que transcurre la atroz guerra entre un payaso triste gordo e ingenuo (Carlos Areces) y un payaso alegre sádico y borracho (Antonio de la Torre), monstruosos yin y yang cuyas deformadas psiques finalmente no pueden camuflarse con maquillaje. Sus celos, su ego y su sangriento deseo de venganza son los mismos que convirtieron las dos Españas en dos bestias de similar fiereza, y dejaron profundas cicatrices en un país al que ambos bandos aseguraban amar.
'TRON LEGACY' / gualmente despiadado pero mucho más cool es el suelo que pisa Tron Legacy. ¿Se acuerda de Tron (1982), que marcó el inicio del cine generado por ordenador y que narraba las peripecias del programador informático Kevin Flynn (Jeff Bridges) tras quedar atrapado en el mundo virtual? Tres décadas después, la continuación de aquella película de culto es un blockbuster en toda regla. Flynn se obsesionó tanto con ese universo digital que decidió visitarlo cada noche, hasta que su más perfecto programa, Clu--una pionera versión de Second Life creada por él mismo--, tomó el mando y decidió mantenerlo encerrado allí para siempre. En consecuencia, Tron Legacy habita un paisaje ultrafuturista, dibujado con luces de neón azules y naranjas y poblado por rascacielos, enmascarados soldados de asalto, y coliseos traslúcidos llenos de gladiadores que se juegan la vida en carreras de motos voladoras o lanzándose frisbis letales.
'BURLESQUE' / Salgamos del mundo de los videojuegos para penetrar en el del burlesque o, mejor dicho, en el de Burlesque -no es lo mismo--. Aquí la atmósfera es humosa, las bailarinas son rutilantes y los camareros usan bombín y lápiz de ojos. Aunque ubicado en Sunset Strip, el night club donde transcurre esta película podría pertenecer a la Alemania de Weimar porque, sin duda, el espejo en el que se mira es Cabaret aunque carezca de connotaciones políticas. Burlesque es pura fantasía, una carta de amor escrita con lentejuelas al reino de las divas y, en concreto, a sus protagonistas Christina Aguilera y Cher, que sorprendentemente no interpretan en la película ni un solo número a dúo. ¿Cuestión de egos?
'FILM SOCIALISME' / A diferencia de los anteriores, el mundo del maestro Jean-Luc Godard no admite comparaciones, así es de personal. Llamémoslo Godardville. Allí se encuentra Film socialisme, su nueva película -la última que va a hacer, asegura-, al lado de otras previas como Elogio del amor, Nuestra música o su serie de videoensayos Histoire(s) du Cinema. Como aquellas, se basa en el agresivo montaje dialéctico de fragmentos de otras películas y otras formas mediáticas, y dotado de un completo desdén por la narrativa y diálogos consistentes en aforismos. Una imponente danza de imagen, sonido y texto que alude a la naturaleza, la memoria histórica, el cine, el arte, la literatura, el holocausto, el conflicto palestino, el imperialismo, la revolución francesa y el pasado reciente de Europa.
Acabemos, pues, en Europa. El año pasado, dos décadas después de la caída del comunismo en Rumanía, a modo de celebración, Cristian Mungiu (4 meses, 3 semanas y 2 días) ideó Historias de la edad de oro, colección de relatos basados en leyendas urbanas que circulaban en su país durante la dictadura de Ceaucescu y que demuestran, con mucho humor y surrealismo, la pesadilla totalitaria que allí se vivió. Escritos íntegramente por Mungiu y dirigidos por él mismo y por otros tres directores rumanos, esos cuentos se sitúan en un territorio mítico no del todo lejano al de Balada triste de trompeta, en tanto que nos recuerdan cómo la farsa y el absurdo son una forma de recordar el horror sin que la rabia y la desesperación se vuelvan insoportables.
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