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Si no salvo mis ideales, no me salvo a mi.







maito:%20msierrahoyos@gmail.com







































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miércoles, febrero 13, 2008

Sentimientos




A veces miro al vacio. Me quedo pensando y de pronto me doy cuenta de que ya no pienso en nada. Ya no hay nada en que pensar. Todo está pensado y todo está pasado. Lo demás aun queda por venir. Seguirá siendo inalcanzable. No importan los recuerdos, como tampoco importan las proyecciones. No importa la risa, como tampoco importa el llanto. Solo importa ese momento, las sensación de vacío y plenitud que reporta y la poca importancia de manifestar gestualidad alguna, porque no se necesita.


Soñaba, imaginaba, sentía y me apasionaba una y otra vez a lo largo del tiempo. Después sufría, me encolerizaba, permitía que las mariposas de la zozobra y de la inquietud habitaran en mÍ y me comieran por dentro. Siempre el mismo ciclo: de la pasión positiva a la pasión negativa y entre ambas la absoluta entrega de mi energía para no llegar a más puerto que la inutilidad. “Amor” y “odio”, dicha y desesperanza.


¡Qué forma tan absurda de perder el tiempo! ¡Qué manera tan tonta de vivir con escudos! ¡Qué fenómeno tan extraño de desperdiciar la propia fragancia! ¿Cuántas veces? ¿Mil? ¿o mil millones, quizá?


Luces y sombras, colores vivos y mortecinos; arrojo, valentía y miedo. Fatiga, desolación, duda, escombro de desechos de absurdos e inoperativos recuerdos de un alma que ni siquiera fue mía porque la entregaba para maniqueos fraudulentos de una gloria inexistente.


Todo eran sonrisas y miradas en mis proyecciones. Círculos viciosos de mentiras disfrazados de verdades. Inquietudes, desalientos y esperanzas, cuando solo basta el SER. Imposibles dioses arropados de virtudes. La guerra del sueño por la realidad.


Ansiedad de sentir más allá del sentimiento. Irrefrenable deseo de conquistar y de encerrar indefinidamente el sentido del amor en una mano, sin dejar de cerrar el puño para siempre.


¡Qué grandes momentos aquellos en que la mentira era posible, cuando no existía la verdad ni había nacido siquiera! ¡Qué infinita sensación!

Pero ahora es dulce, callada y melancólica la suavidad de la simpleza, la ternura del dolor, el fuego ardiente de una realidad inagotable, las extinguidas cenizas del tiempo, el suave azul de cielos primaverales, el intenso amarillo de unos campos que se funden con el sol y la misteriosa tonalidad de esos profundos ojos oscuros que me miran.

Dicha y desdicha ya no quieren decir nada. Solo son juegos de palabras inventados para hacer esclavo al hombre. Una forma de perderse sin saber que significa, la palabra inmensidad.


María.

2 comentarios:

Teuladí dijo...

Cada vez más espero estos escritos tuyos que en prosa poética nos regalas preñados de tu proverbial sabiduría.
En esta ocasión, además, nos haces una analítica real de la vida misma con todos los contrastes posibles dentro y fuera de nuestra propia existencia y que plasma esa constante en la lucha por alcanzar nuestra plenitud, camino éste que tu tienes muy avanzado dada la madurez que has desarrollado desde que tienes uso de razón.
Probablemente no encuentres con facilidad ese equilibrio que andas buscando, no digo que no lo alcances, solo que en personas con esa extremada y esquisita sensibilidad con que te ha dotado la naturaleza, recorres cual si del trazado del abatir de un abanico se tratase, a derecha e izquierda por todos los recovecos, lo que te posibilita ahora la felicidad, ahora la tristeza pero siempre con un espíritu constructivo que te invita a avanzar constantemente en busca del bien ser que, en alguna medida tu ya posees.
¿Sábes?... creo que nunca te encontrarás plenamente satisfecha dado tu estado crítico-analítico en el que andas metida, pero no te preocupes, al final... al final verás como lo consigues.

Mª Ángeles dijo...

Precioso y esperanzador comentario Teuladí. Muchas gracias. Desde ese estado crítico-analítico al que aludes, seguro que lo habremos de conseguir.

Fuerte abrazo.