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Si no salvo mis ideales, no me salvo a mi.







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lunes, febrero 04, 2008

El viaje de los abuelos golondrina


Cientos de ancianos rotan de casa en casa para estar atendidos por la familia - Dar ayudas en casos así complica la aplicación de la Ley de Dependencia


Cada dos meses, el abuelo vuelve a casa de su nuera, al pueblo. Se instala en la habitación del nieto, que se muda al piso de arriba, el abuelo no puede subir y bajar escaleras. El anciano llega mareado del viaje y los primeros días el sueño se le trastoca, no se acuerda dónde está el cuarto de baño, y otras manos que no son las de su hija del mes pasado, ni las del otro hijo del mes anterior, le ayudarán ahora en su higiene íntima. Bueno, por lo menos ha salido del piso de Madrid, ese infierno de ciudad que no es para él, y ahora podrá andar al sol, calle arriba, calle abajo.

Ésos son los abuelos golondrina, los que cambian de casa de mes en mes, de hijo en hijo, porque ninguno puede cuidarlos a tiempo completo.

La nueva Ley de Dependencia contempla ayudas para las cuidadoras familiares. Pero, en estos casos, ¿quién es el cuidador familiar? ¿Quién se da de alta en la Seguridad Social, como exige la ley? ¿Quién de los hijos decide, de acuerdo con la Administración, cómo cuidar mejor a un anciano con demencia senil?

En la España de hace unas décadas muchos ancianos acababan sus vidas así, porque entonces las mujeres eran amas de casa y el cuidado de sus mayores les estaba encomendado. Ahora ya quedan menos en esa situación, todo el mundo trabaja y en un país poco acostumbrado aún a las residencias geriátricas, son las inmigrantes, en muchos casos, las que se hacen cargo de esta tarea en la casa del propio anciano. En la última encuesta a las personas mayores del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales sólo el 0,6% afirmaba rotar de domicilio, pero otro 2,8% cambia de casa de un hijo a otro alguna vez al año. Entre todos se organizan.

"Son los casos más complicados", para la Ley de Dependencia, reconocen en las comunidades. "Hay que poner de acuerdo a los hijos...". En Extremadura ya están tramitando, bajo la Ley de Dependencia, 53 casos de éstos y otros 11 en los que son los familiares los que rotan en casa del abuelo. En otras comunidades no parecen ir muy avanzados. Los trabajadores de la Administración extremeña, en algunos de los casos más complejos, incluso han visitado una por una las casas de todos los hijos para ver cuál de ellas es la más idónea para tener al mayor. "A veces todos quieren ser el cuidador y el que reciba la paga", dicen en la Junta. En ocasiones, unos hijos se decantan por la residencia y otros se niegan en redondo. Cuando eso ocurre, la Junta, además de evaluar los informes del entorno del anciano que envían los servicios sociales, nombra un portavoz entre los hijos "porque si no el follón puede ser fenomenal". "En principio tenemos un mínimo de tres meses seguidos para que un cuidador familiar pueda hacerse cargo del anciano y darse de alta en la Seguridad Social", reconocen. Saben que hay ancianos que llevan años cambiando cada mes y que las hijas, ya mayores, no pueden aguantar mucho más, pero dicen que priman la calidad de vida del anciano.

Lo mismo en Castilla-La Mancha. Exigen tres meses seguidos como mínimo para cuidar al anciano y han optado por dar de alta a un solo cuidador, el que percibirá el dinero, por facilitar los trámites, sin perjuicio de que la familia se organice después, respetando esos periodos de tres meses. Y están consultando si pueden dar de alta a dos cuidadores a tiempo parcial. En Extremadura explican que cada cambio de residencia, aunque esto se repita siempre igual, el anciano habría de pasar una evaluación de la situación. Con muchos detalles aún por concretar con el Gobierno, como el dinero que debe aportar el beneficiario del servicio, las comunidades se mueven un poco a oscuras, a la espera de reajustar detalles con posterioridad.

En el mundo rural la figura del abuelo golondrina está aún muy presente. Cuanto más mayores son los abuelos y más delicada se vuelve su salud, más agotador resulta cuidarles, a veces de día y de noche, sin moverse de casa, como si fueran bebés. Por eso, tenerles más de un mes puede influir incluso en los delicados equilibrios familiares.

Todas las Administraciones aseguran que se busca la calidad del servicio, y cambiar a un anciano de casa por periodos más cortos no es un buen trato para el mayor. Pero ¿lo es para las mujeres, jubiladas algunas, que tienen que hacer diariamente y durante tres meses seguidos el trabajo que harían, al menos, dos enfermeras?

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