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Si no salvo mis ideales, no me salvo a mi.







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jueves, febrero 07, 2008

La Sexualidad; un don o un derecho

La discapacidad y el sexo no son ya un tema tabú, pero despiertan reacciones personales y subconscientes en muchos de nosotros (...) La sexualidad existe en sí misma. De igual forma que no hay una sexualidad específica para suegras o funcionarios, tampoco existe una sexualidad especial para las personas con discapacidad. Nuestra sexualidad existe desde el principio. El hecho de que vayamos a ser hombres o mujeres se decide en el instante de la concepción, y los genitales se desarrollan durante la vida del feto. Nos desarrollamos físicamente en la adolescencia, las hormonas sexuales comienzan a segregarse y nuestras necesidades sexuales se hacen más intensas durante la pubertad. Esta es la parte biológica. Así pues, todos nacemos sexuados, siendo la sexualidad un don por disfrutar, una dimensión por desarrollar independientemente de la situación geográfica, económica o física. De igual forma que es independiente el deseo, los sentimientos o el miedo. La parte emocional de nuestro desarrollo sexual depende de nuestra infancia, de la forma en que hemos sido educados para convertirnos en hombres o mujeres y también de la forma en que aceptamos el sexo al que pertenecemos. La sexualidad comprende nuestros sentimientos y opiniones, así como la forma en que los utilizamos para actuar sexualmente. Nuestra sexualidad está constituida par tantos componentes distintos que no es posible suprimirla o hacerla desaparecer sólo porque otras personas finjan que no existe. (...)

--Mitos y Tabúes, El Miedo.—

El miedo nos pertenece a todos, o mejor dicho, todos le pertenecemos. El miedo no entiende de segmentos de población, colectivos y discapacidades. Le basta la duda, el desconocimiento o una baja autoestima para instalarse y echar raíces. Los miedos no son distintos, sólo más o menos difíciles de desterrar.

Las peores luchas siempre se lidian contra enemigos inexistentes, contra los fantasmas, los miedos, los mitos. Ante cualquier problema sexual, siempre es mucho más fácil encontrar una solución física, que superar el miedo a los prejuicios. Los mitos, los estereotipos creados sobre esta cuestión, y cargados de connotaciones negativas, tienen su base en la negación de la sexualidad del discapacitado, en la creencia de que el hecho sexual sólo puede ser compatible con el cuerpo danone. Y a veces estos mitos mantiene el propio colectivo, ya que la actitud del discapacitado hacia sí mismo se proyecta en la sociedad, de forma que si el individuo rechaza su propia sexualidad, la sociedad terminará por negarla u obviarla. (...)

--El Deseo.—

El placer es posible para toda persona que lo desee.

Vista la situación real de cómo se vive la sexualidad, y de los obstáculos personales y sociales para poder desarrollarla, queda tan sólo esbozar las posibles soluciones, no ya tanto técnicas, sino como provocación para el necesario cambio de actitud. En primer lugar, muchos de nosotros disponemos de escasa información sobre las posibilidades sexuales y, en segundo lugar, estamos influidos por ilusiones, mitos y tabúes respecto a la sexualidad, tanto si somos minusválidos como si no lo somos.

El primer gran paso, desde un punto de vista práctico, es sentarse a hablar e intentar descubrir lo que subyace a los problemas de relación. La palabra, la comunicación, es la principal herramienta para enfrentarse a la ignorancia, a lo poco que sabemos sobre la relación entre nuestro cuerpo y nuestras emociones, una ignorancia que está reforzada por los prejuicios y la actitud generalizada en nuestra época en el sentido de que la posesión de un cuerpo perfecto es garantía de ser amado.

A los miedos personales y las limitaciones físicas, se suma como obstáculo la visión del entorno. Al igual que es necesaria la concienciación en las personas con discapacidad, se hace necesario que quienes les rodean rompan con algunas ideas arraigadas, como el intentar quitarle de la cabeza sus aspiraciones sexuales y afectivas, el sobreproteccionismo, o el mantenimiento en la ignorancia por parte de los padres, la ocultación del hecho sexual, o la atribución al discapacitado, dentro de la pareja, de un papel pasivo.


En realidad, no existen recetas, tan sólo potenciar la actitud positiva e inquieta para que el individuo pueda escoger su mejor forma de vivir la sexualidad dentro del amplísimo abanico erótico, sin que haya de seguir un modelo externo o adoptar deseos y opiniones ajenos.

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