Sea vd. feliz, por favor.

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Tengo ganas de narrarles lo que de bueno tiene en la vida ese deseo de superación que tenemos todos, vamos, eso creo yo, pues viajando en mi ambulancia he conocido a una chica, madre de una niña de unos 11 años que, tiene según me hizo saber, una enfermedad degenerativa -ELA- según me decía, que yo la vengo en llamar para así entenderme a diferenciar de todos los compañeros que nos encontramos en torno a nuestra deseada rehabilitación, la alegría de la huerta, y es que ella es murciana de nacimiento, aún cuando se casara viniese a vivir aquí, en esta nuestra ciudad que es Alicante. Es bien consciente del proceso de su temida enfermedad, es conocedora de que tarde o temprano..., pero bueno, ella no piensa en eso, solo desea detener, esa es su esperanza, la enfermedad que inexorablemente ha de terminar con sus días felices en su familia. Confía en que la ciencia alcace un nivel necesario en el que usando las células madre, sean capaces ya no de alcanzar a detenerla, sino a paralizar su proceso degenerativo, con eso es con lo que se conforma. Habla con una alegría y seguridad contagiosas, viene a recordarte que tenemos la oportunidad de conseguir con nuestro esfuerzo personal, no otro, que nos salvemos del final determinado por causa de unas patologías que, en cierta medida, unas nos llevarán a la curación final, como es mi caso, y otras aspiran a detener su proceso degenerativo, que no es poco. Pero es consciente que ella también es poseedora de un ombligo como ocurre con todos nosotros. Eso es lo que más me llama su atención, que conociendo que no tiene en estos momentos más remedio que encontrar "su" alegría, nosotros permanezcamos silenciosos, cuando no rumiemos y rechacemos nuestra suerte, cuando somos afortunados por las consecuencias que la suerte o quizás la vida azarosa que llevamos y nos, posiblemente, ha deparado lo que hoy en día hemos conseguido.

No vengo aquí a desear a nadie su aceptación con el mal que tiene, no, esa no es mi intención, solo deseo que todos seamos capaces de aceptar las cosas como nos han venido, con un poco mayor de optimismo y alegría, ya que siempre habrá quién nos demuestre que está en peores condiciones que nosotros.

Seamos capaces de gustarnos como somos y abandonemos la fea costumbre de quejarnos por nada cuando conservamos lo más importante que tenemos: la vida.


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