DANIEL CERDÁN Postzapaterismo en Canarias
5/oct/10 07:25
A RAÍZ de las primarias madrileñas del PSOE y de la tozudez declinante del PSOE en las encuestas, algunos ya afirman que el postzapaterismo habita ya entre nosotros.
La cercanía de las primarias y de una huelga general apoyada, sobre todo, en los ámbitos de la izquierda ha acentuado el batacazo prelectoral de Rodríguez Zapatero, que parece haber perdido irrevocablemente la suerte que le acompañó durante su primer mandato, plagado de talante, regalos fiscales e iniciativas sociales ahora insostenibles, como la Ley de Dependencia.
Pero en realidad, el postzapaterismo comenzó en Canarias no una hora antes, sino seis meses antes, en el Congreso del PSC-PSOE del pasado marzo, cuando cuajó la conspiración interna alentada por Saavedra para relevar a la personificación del zapaterismo en Canarias: Juan Fernando López Aguilar.
La perdición del antes locuaz y ahora mudo grancanario le vino de las encuestas. Paradójicamente, de las buenas encuestas, como le ha ocurrido a Trinidad Jiménez. Se hizo casi exactamente lo mismo. José Blanco dijo a los barones del PSC que se apartara todo el mundo porque las encuestas auguraban la presidencia del Gobierno Canario si López Aguilar era el candidato. (Lo que se supo más tarde es que también fue una maniobra para apartarlo de Madrid, donde su extremada locuacidad estorbaba en unos consejos de ministros donde se delibera poco y se acata mucho).
A diferencia de Madrid, todos los socialistas le cedieron el paso en Canarias y le acompañaron en un viraje de 180 grados que se puede sintetizar en pocas palabras: la demonización absoluta de CC y la agitación de los espantajos de la corrupción como únicas banderas y programas políticos. Su buena imagen previa y su aparente inspiración regeneracionista le propiciaron grandes réditos electorales que no le bastaron para llegar al Gobierno.
Lo que ocurrió después fue la historia de un descalabro orgánico, que ha sumido al PSC en continuas batallitas internas y le ha apartado de la gran misión de cualquier partido de oposición en una democracia: el control riguroso del gobierno y la aportación de alternativas que dinamicen el debate público. Una buena oposición es casi tan importante como un gobierno para que el sistema dé los mejores resultados.
El apartamiento de López Aguilar hacia las cumbres europeas se hizo con el cuidado y la complicidad del propio Zapatero y de Blanco, porque de otra forma la operación no hubiera salido; y dando la sensación de que no existía ruptura interna con el zapaterismo. Pero la grieta que acaba de abrirse en Madrid evidenciará con el tiempo que el zapaterismo quedará reducido a las adhesiones y lealtades personales. Y los socialistas canarios, como grupo, le deben muy poco a José Luis Rodríguez Zapatero. Porque lo que hizo con López Aguilar acabó dejando al partido mucho peor de lo que estaba en tiempos de Juan Carlos Alemán, un tejedor permanente de acuerdos internos, todo lo contrario que su sucesor.
José Miguel Pérez lleva poco tiempo al frente y es toda una incógnita todavía. Con un partido dividido y una marca que se deteriora cada mes que pasa, lo tiene francamente complicado para representar una seria alternativa. Porque las viejas lluvias han dejado al partido hecho un lodazal.
daniel.cerdan@gmail.com
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