Rigoberto, de 71 años, espera desde hace meses las ayudas de la Dependencia
Rigoberto Guijarro, 71 años. ¿Futuro? "La muerte", afirma sin pestañear. La ironía no se refleja en sus palabras, pero sí en la mueca de su rostro. "Mi vida se reduce a esto", comenta mientras junta sus manos y señala la cama. Postrado y sin posibilidad de moverse ve cómo la vida avanza delante de él.
Pero la vida -la buena- no tiene parada en el domicilio de la plaza del Patriarca, donde reside. Bajo su ventana, las mesas de una cafetería están copadas de clientes. Gafas de sol y refrescos. Luce sol de primavera en invierno. Pero casi resplandece más a ojos de los curiosos la pancarta que este hombre ha colgado en el balcón: "Me va a llegar antes la muerte que la ayuda de la ley de dependencia". La vida sigue abajo.
"Ha tenido mucho éxito", dice desde la cama Rigoberto en referencia a su pancarta. El comedor se ha convertido en su particular habitación de hospital. Allí comprueba cómo los peatones observan la leyenda que preside su balcón. "Que se enteren, que se enteren... A mí ya me da igual que me den dinero o me dejen de dar. Lo que no quiero es que engañen a la gente ni le den falsas ilusiones".
Consume las horas del día viendo la televisión, escuchando la radio y leyendo LAS PROVINCIAS, uno de cuyos ejemplares reposa en la mesa. "Cómo está el tema ahora eh!!! Da miedo", dice haciendo un paréntesis en el relato de su situación.
La historia de Rigoberto trenza todos los hilos de un drama. En marzo de 2007 presenta la documentación en Bienestar Social. A los cuatro meses le llaman. Primer problema: "Falta un documento relacionado con su tutor". En junio, una buena noticia. "Todo arreglado", le dicen. Al cabo de unas semanas, pasa a verle la asistenta social y más tarde "el inspector para hacerme el grado de dependencia".
Como no podía ser de otra forma viendo su estado, le conceden el nivel más alto. "Grado tres, nivel dos", subraya. Y otra señal positiva para Rigoberto llega en verano de 2008. "He sido aprobado y me corresponden 405 euros al mes".
Pero del dicho al hecho suele haber un trecho. "Desde Conselleria me dijeron que fotocopiara la cartilla de ahorros y que en tres meses que se pasaran por la tesorería de la Seguridad Social..." Y así, "hasta esta santa fecha. Este es el día que no he recibido ni un euro". Al menos su pensión supera los 1.000 euros, lo que le permite tirar para adelante.
Enfermedad degenerativa
El hombre, que reside en Valencia desde los diez años, sufre una enfermedad reumática degenerativa, que hace que se empiecen a soldar las articulaciones. "A mí me ha llegado hasta las caderas", atestigua. La enfermedad le complica en exceso la respiración. De hecho, junto a la cama tiene el aparato de oxígeno. Hace pocas semanas acudió al hospital 9 de octubre. El amigo que le acompañó recibió del médico la constatación de un hecho: "Tiene muy pocas posibilidades".
No se trata de un hombre rico. El piso, en una de las mejores zonas de Valencia, se lo paga -de alquiler- uno de sus vecinos y a la vez amigo. La misma persona que lo cuida todos los días. "Me cambia, me lava, me hace algo de comida". Y aquí estoy, resume.
En la televisión frente a la cama ve un canal de noticias. "Otra de las cosas que me entretiene es ver las cotizaciones de la bolsa". Rigoberto sabe que su situación no es excepcional. Muchas otras personas comprueban cómo las tan anunciadas ayudas de la Ley de Dependencia no llegan. Eso sí, las promesas no faltan. "A mí ya es que me aburre todo esto. La Generalitat dice que el Gobierno no le da dinero y yo creo que se lo gastan en tonterías".
El sol ilumina el salón del domicilio. Es la única claridad que cada mañana contempla en su vida Rigoberto . Él está solo en su casa. Y también en la vida. El conserje es quien tiene llaves del piso. Otra de las ayudas que ha pedido es una grúa para levantarse y poder sentarse en una silla. "Pero siempre falta una firma".
No hay comentarios:
Publicar un comentario