Por Mª Ángeles Sierra.
Fugaces instantáneas me invaden la razón.
Un Rayo de luz, una chispa de amor;
una sonrisa, un corazón que late,
unos ojos que me miran,
un alma que me siente; una caricia.
Un color que me abandona y se marchita
porque otro color radiante brota del fuego y crepita.
El cielo se ha despertado,
un ángel viene a su lado, querubín de medio día.
Viene a tenderme su mano, a sentarse aquí a mi lado
y a hacerme su magia fina.
Qué placer tan increíble sintiendo el soplo del aire,
refrescándome rincones donde nunca habita nadie.
Después del tiempo y la espera,
se abre una nueva vereda por la que hay que transitar.
Hombres que ríen y sueñan
como niños de esperanza por lo que habrá de llegar.
Canta un pájaro en su rama, ladra un perro en mi ventana;
se oye la risa pasar. Un abuelo que blasfema y otro que se va a rezar.
Tragicómica existencia en que solo la paciencia, es la que enseña a llegar.
Mientras tanto tarareo…
¡Se va por la barranquilla, se va el caimán, se va el caimán…!
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