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Si no salvo mis ideales, no me salvo a mi.







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domingo, agosto 22, 2010

Mala barraca…

Domingo 22 de agosto de 2010

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  Opinión

 

Votar o botar

00:55

 

 

FRANCISCO SÁNCHEZ El verano es tiempo de primarias. Lo que debiera ser un quehacer normal se convierte en extraordinario. Mala cosa eso de que los partidos reciban las elecciones internas como una debilidad en vez de como una fortaleza. Mala barraca que se vayan disimulando adhesiones inquebrantables en los partidos cuando se deberían empezar a ofrecer ideas y proyectos.
No es buen tiempo para la lírica. Los partidos políticos se han configurado como grandes maquinarias de movilización pero con una raquítica democracia interna. Raquítica por decir algo. Más se parece a la democracia orgánica a la que tanto gustaban los franquistas rememorar. Se trata de apalabrar con el mandamás de turno tu candidatura. Tú tienes un tocayo que te aúpe y aquí te ponen a mandar, o por lo menos a competir. Esa democracia oligopólica es fruto de un esquema mental plano. Es fruto de ciertos avatares históricos que han convertido a la clase política en una de las menos democráticas de Europa. Y luego se quejan los políticos de falta de sintonía con el populacho. Si en el club de petanca, si en la asociación de vecinos, si en la comunidad de propietarios se vota, ¿por qué no se vote en los partidos políticos?.
Hay una estructura bien diseñada para que eso no ocurra. Y las primarias se entienden como una ruptura del "sistema". En Madrid, por ejemplo, se van a batir el cobre dos estilos, dos caras. Me pregunto si hablarán de programa o de personas. Seguramente la gente votará a las personas porque el programa no se lo leen ni los militantes más aguerridos. Tampoco está mal votar a personas sin programas. En definitiva, uno vota por la confianza que le demuestra un candidato. El olfato con el que nos movemos nos hace ver a uno u otro como mejor. Aunque nos equivoquemos, siempre intentamos votar a la persona que más cercanía ideológica tiene con nosotros, o al mejor "cartel".
Pero hay que votar. Y los partidos deberían estar obligados a demostrar internamente una democracia plena. O por lo menos, una democracia real de votos de los militantes. Que se equivoquen los militantes, pero que voten. Es el principio para legitimar el sistema de elección. No parece razonable, más bien parece infumable, que se elijan a los candidatos por aclamación del líder superior o por parentesco familiar. El PP es muy dado a ello y eso demuestra una bajeza moral muy importante. Que el líder deje al heredero es sólo una muestra de la corrupción del sistema. Y no digamos cuando el abuelo deja al nieto el puesto de senador. ¿Ha dicho alguien algo? ¡Qué mal está esto de la política, amiguitos del alma!.
Una democracia abierta es una democracia que hace lo posible porque se presenten, no los mejores, sino los que la gente quiera. Que puede votarlos y luego botarlos. Auparlos primero y arrojarlos al fango después. Hay más democracia en los clubes de fútbol que en los partidos políticos. Y eso no puede ser sano. Hay una reforma interna a acometer. No se hará por los que están. Porque lo que mola es que me pongan desde arriba sin tener que currarme el voto. Es más fácil que te elijan por amigo, que por capaz o competente.
Tengo ganas de cambiar el sistema, pero no lo voy a conseguir. Tengo un respeto reverencial a los políticos porque sé los sacrificios personales y familiares, algunos profesionales, que hacen algunos para servir al pueblo. Pero a mí no me convence nadie de un sistema caduco, franquista y corrupto de elección de candidatos. Bien hace el PSOE de Madrid de elegir lo que sus militantes quieran. Que elijan y acierten, o se equivoquen. Pero esa sana costumbre de pedir a los militantes su opinión sobre quién es el candidato que ellos quieren es la constatación de que la democracia es más sana cuanto más abierta es. Una democracia cerrada en torno a clanes familiares o tercios ideológicos me recuerda tiempos pasados. Los partidos políticos tienen que hacer sus deberes para cumplir fielmente la máxima de "un hombre (o mujer), un voto". Cada día me dan más ganas de afiliarme y empezar a gritar consignas democráticas. La revolución tendrá que venir de dentro, de todos y cada uno de los militantes que fielmente cumplen con la máxima de votar para que no nos boten. Hay vida después de las primarias.

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