Educando las emociones
La formación psicológica y social de los chicos es clave a la hora de consolidar su personalidad adulta. Violencia, acoso, nuevas tecnologías y el rol del docente y las escuelas, algunas de las cuestiones a tener en cuenta.
ALEJANDRO CASTRO SANTANDER
Alejandro Castro Santander.
Los educadores observan a diario que sus alumnos, además de diferenciarse por su nivel académico, también lo hacen por sus competencias emocionales. No hace mucho más de dos décadas que la ciencia insiste ya con pruebas contundentes en que las habilidades emocionales (personales y sociales) influyen de forma decisiva en la adaptación psicológica del alumno en clase, en sus logros académicos y en su futuro laboral. La adaptación emocional de un niño a largo plazo, así como su desarrollo académico y cognitivo y su sentido de ciudadanía deben ser estimulados en diversas oportunidades para fortalecer la competencia social durante la niñez. Enseñar a convivir en un mundo complejo, en el que se entremezclan y superponen los valores más diversos y en el que no todo es ejemplar, es una de las funciones básicas que las sociedades desarrolladas reconocen a sus sistemas educativos. Hoy poseemos suficiente información como para fundamentar la importancia de que los niños y niñas, a la edad de seis años, hayan adquirido, a través de una adecuada alfabetización de las emociones, la habilidad de socializarse por lo menos en un grado mínimo, ya que, de lo contrario, existiría una alta probabilidad de riesgos en diversos ámbitos de su vida adulta. Si existe una habilidad para comprender las emociones propias y ajenas y una capacidad para regularlas y expresarlas, es decir, si existe lo que se llama inteligencia emocional, esa habilidad puede ser mejorada mediante la educación. Por tanto, si es posible educar las emociones, es también posible mejorar las relaciones humanas, reconociendo nuestras emociones, controlándolas y aprendiendo a reconocer y a comprender las emociones de los otros.
EL APRENDER A VIVIR CON LOS DEMÁS EN LA ESCUELA. Las investigaciones realizadas a este respecto indican que las habilidades sociales no mejoran por la simple observación ni por la instrucción informal; se necesita una instrucción directa. Hoy se tiene claro que determinadas habilidades, por ejemplo, algunas relacionadas con la solución de problemas cognitivo-sociales, no se adquieren si no se realizan actividades educativas de forma intencional. Además, los niños que tienen déficit o problemas en su habilidad social no adquieren la competencia social por la mera exposición al comportamiento de sus compañeros socialmente hábiles, y para que esto se produzca, se necesita una intervención directa, deliberada y sistemática. Esto es así, porque los niños inhábiles socialmente no desarrollan la competencia social por la mera exposición al comportamiento de sus compañeros socialmente más hábiles.
A continuación, sintetizamos nuestra posición acerca de la conveniencia de contemplar dentro del currículum la enseñanza y promoción de las habilidades sociales. 1) La enseñanza de las habilidades sociales es competencia y responsabilidad clara de la institución escolar junto a la familia y en coordinación con ella. El aula, la escuela, es el contexto social en el que los niños y adolescentes pasan gran parte de su tiempo relacionándose entre sí y con los adultos; la escuela constituye, entonces, uno de los entornos más relevantes para el desarrollo social y, por tanto, para potenciar y enseñar habilidades sociales a los alumnos. 2) Es preciso que el Gobierno escolar afronte explícitamente el tema de la competencia interpersonal. Tiene que enfatizar la importancia de este tema por medio de distintas estrategias entre las que podemos señalar como ejemplo, la inclusión sistemática del tema en la formación inicial de los docentes de todos los niveles educativos, la elaboración de orientaciones y materiales para la formación permanente de los docentes y los equipos psicopedagógicos y la promoción de la investigación. 3) Es conveniente la formación de los docentes y de todos los profesionales de la educación en el campo de las habilidades de interacción social, tanto en el aspecto estrictamente profesional (aumento de las habilidades sociales que optimizan la tarea educativa en el aula con los alumnos y con el resto de personas que forman la comunidad educativa) como en el personal (para aumentar la propia competencia social). 4) Es necesario que, en la escuela, las habilidades sociales se enseñen directa y sistemáticamente. Hay que buscar un lugar dentro del currículum escolar, ya que deben formar parte del currículum formal y es preciso hacer explícitas las intenciones educativas al respecto. Todo esto implica asumirlo y contemplarlo explícitamente y desarrollar acciones concretas respecto de: -Proyecto Educativo Institucional (PEI), donde se debe reflejar el tipo de persona que queremos formar y, por tanto, debe quedar constancia de la dimensión interpersonal de la educación de nuestros alumnos y alumnas. -Proyecto Curricular (PCI), donde el área interpersonal debe estar presente en las decisiones que se tomen respecto del qué, cómo y cuándo enseñar y evaluar. -Organización escolar, delimitando y señalando un tiempo en el horario, planificando recursos y estableciendo espacios. -Programación, lo que implica establecer expectativas de logro y contenidos, planificar las actividades a realizar, delimitar estrategias de evaluación y diseñar actividades y materiales para los alumnos, que potencien y favorezcan la promoción de la adecuada conducta. -El trabajo con las familias, ya que es conveniente establecer sistemas de información, coordinación y labor compartida colegiofamilia respecto de la conducta interpersonal. Todo esto nos lleva a poner de manifiesto la necesidad de incluir programas de enseñanza de las habilidades sociales dentro del currículum educativo habitual en todos los niveles, con un doble objetivo: por una parte, de promoción de la adecuada competencia social y de prevención de posibles desajustes en los alumnos “sin” dificultades, y por otra parte, de intervención con el alumnado de riesgo y con los que presentan problemas de incompetencia social.
LA FORMACIÓN INICIAL Y CONTINUA DE LOS DOCENTES. “Formar competencias reales durante la etapa escolar general supone una transformación considerable de la relación de los profesores con el saber, de sus maneras de dar clases y, a fin de cuentas, de su identidad y de sus propias competencias profesionales”, según Perrenoud (1999). Si existe algo que puede derrumbar todos los esfuerzos por enseñar a nuestros alumnos habilidades sociales y que estas den como resultado un niño o adolescente competente socialmente, eso es la falta de formación de los mismos docentes para iniciar este proceso educativo. Por esto, los docentes necesitan formación conceptual, procedimental y actitudinal para el desempeño de distintas funciones. Deben crear un clima escolar positivo, promoviendo la participación, la comunicación interpersonal, la asunción de responsabilidades y el aprendizaje cooperativo a través de técnicas y estrategias diferentes: debates, asambleas, teatro, juegos cooperativos, trabajo por proyectos, talleres, rincones, círculos de calidad, fiestas, campeonatos deportivos, etcétera; organizando el ambiente de aprendizaje en forma coherente con los objetivos propuestos anteriormente: distintas formas de distribuir el tiempo, de organizar el espacio, de agrupar a los alumnos, de elegir y utilizar materiales, etcétera; orientando a los niños hacia la autogestión y hacia la autodisciplina: elaboración de contratos de trabajo, distribución compartida de responsabilidades, establecimientos de normas y principios de convivencia, etcétera; manteniendo determinadas actitudes en el trato con los niños y con los padres de las víctimas, de los niños que intimidan y de los que permanecen como espectadores. También se deben incorporar nuevas estrategias de aproximación curricular: incorporación al Proyecto Curricular de la Competencia Social, desarrollo de un programa de educación en valores y actitudes prosociales, desarrollo de destrezas emocionales y sociales básicas: habilidades de comunicación; entrenamiento asertivo; desarrollo de la empatía, y desarrollo de la autoestima, desarrollo de estrategias de autocontrol: programas de autocontrol de la agresión y/o la ira; programas de control del estrés y desarrollo de estrategias de resolución de conflictos.
SI NOS IMPORTA REVERTIR LA VIOLENCIA. Las medidas preventivas pueden reducir los factores de riesgo, aumentar los factores de protección y tratar los factores determinantes de la violencia. Es por esto que muchos continuamos creyendo que la educación es el camino más propicio para prevenir y desaprender las violencias, porque, por inverosímil que hoy parezca para la sociedad, ante el enorme menoscabo que ha sufrido la escuela en las últimas décadas, todavía hay en ellas miles de docentes inquietos buscando a través de la formación de los niños un mejor futuro para nuestros pueblos. Enseñar a la mente y al corazón es el nuevo desafío de la familia, de la escuela y de los medios de comunicación, apoyados por las políticas públicas. Porque mientras nuestros niños y jóvenes sean víctimas de la violencia, los adultos seremos responsables de la dimensión que alcance esta contagiosa enfermedad, la más peligrosa del nuevo siglo.
CIFRAS DE LA VIOLENCIA ENTRE ALUMNOS. Según una encuesta realizada por el Observatorio de la Convivencia Escolar de la UCA, uno de cada cuatro alumnos de entre 10 y 18 años manifestó tenerle miedo a alguno de sus compañeros. Las conclusiones del estudio realizado por el Observatorio de la Convivencia Escolar de la UCA indican que: -Frente a la violencia indirecta el 46% dice sufrirla a veces y el 11% mucho. -En las edades más tempranas interviene más lo físico directo y lo verbal, mientras que en el secundario se transforma en indirecto –murmuraciones, amenazas, robos– y lo social –rechazo y aislamiento–, algo muy preocupante, ya que la aceptación en el grupo es crucial. -El 32% dice sufrir a veces agresiones físicas y 62% agresiones verbales. Aunque también hacen autocrítica: 62% confió haber maltratado a sus compañeros a veces y 6% continuamente. -Los maestros y padres son los últimos en enterarse del problema. Ante reiterados hechos de violencia, 57% de los niños se calla, y del resto, 70% se lo comunica a sus amigos, después a los padres y finalmente al docente. Esto hace que se incremente su invisibilidad y sea tan difícil de prevenir. -El 97% de los docentes manifestó que actualmente existen situaciones de violencia en las escuelas. -El 37% reconoce sentirse desmotivado con respecto a su tarea docente. -El 78% cree que las dificultades en el desempeño del trabajo afectan su salud.
CELULARES E INTERNET: NUEVAS MODALIDADES DE ACOSO Y VIOLENCIA. ¿El padecimiento de algunos chicos empieza al entrar en la escuela y finaliza a la hora de salida? La realidad nos está indicando que no. Las víctimas hoy son atacadas cara a cara dentro de la escuela y también fuera de ella, a través de las nuevas tecnologías que hoy están a disposición de los chicos. Los adolescentes no sólo se sienten tremendamente atraídos por todo lo relacionado con las nuevas tecnologías, sino que, además, las manejan muy bien. Así es que los jóvenes con una personalidad agresora también se valen de esos medios –además de los “tradicionales”– para abusar de sus compañeros y también de sus docentes. El maltrato y las formas de violencia indirecta mediante sms, correos electrónicos anónimos, redes sociales, web difamatorias o que alojan videos son cada vez más habituales y se han convertido en una de las armas preferidas por los abusadores o acosadores a la hora de burlarse, atemorizar o, en definitiva, buscar la forma de dañar a sus compañeros. Básicamente, este tipo de violencia –que puede acarrear graves consecuencias en la formación de la identidad y personalidad de los agredidos– consiste en esperar o generar situaciones dentro del ámbito escolar para registrarlas mediante fotos en la cámara del celular o en video y exhibirlas después como trofeo. El efecto en las víctimas varía. En algunas es mínimo, el ataque les resulta indiferente. En otras es traumático, dejan de ir al colegio, y si los ataques aumentan, intentan cambiar de escuela, sufren depresiones y, lamentablemente, también conocemos casos de suicidio. Por otro lado, se calcula que 50% de los padres sabe que sus hijos tienen acceso a internet, pero sólo 20% ha establecido normas para asegurarse de que los menores hagan un buen uso de este recurso, mientras que 40% reconoce que no establece ninguna regla. Es la televisión la que aparece como el medio que más preocupa a los padres, quienes aseguran imponer normas a sus hijos sobre el tiempo y la programación. Por lo general, los padres suelen coincidir en las normas por las cuales prohíben visitar ciertas páginas de internet o limitan navegar demasiadas horas por la red, pero hoy queda claro que del mismo modo deberían enseñar a sus hijos los riesgos que puede implicar el uso de internet (enviar datos personales, concurrir a citas, etcétera).
En definitiva, la labor de proteger a nuestros niños y adolescentes en su desarrollo implica limitar pero también permitir el acceso autónomo a fuentes informativas. Habrá siempre un margen de incertidumbre dado por la subjetividad de cada chico en su exploración del mundo. Acompañar críticamente pero sin pretender controlarlo todo probablemente sea la alternativa más inteligente a la hora de tratar estos temas tan desafiantes. Es importante que los niños y adolescentes perciban que lo que les estamos ofreciendo es cuidado y no vigilancia, prevención y no represión, preocupación y no control.
Beneficios de los programas de alfabetización emocional:
- Manejo de las emociones: da mayor tolerancia ante las frustraciones y control del enojo, provoca menor cantidad de bromas, peleas e interrupciones de la clase, da mayor capacidad para expresar adecuadamente el enojo sin pelear, menos suspensiones y expulsiones, provoca menos comportamiento agresivo o autodestructivo, crea más sentimientos positivos sobre ellos mismos, la escuela y la familia, provoca mejor manejo del estrés y da menor soledad y ansiedad social. las emociones: genera más responsabilidad, da mayor capacidad de concentrarse en la tarea y prestar atención, disminuye la impulsividad, da mayor autocontrol y genera mejores calificaciones en las pruebas de rendimiento escolar. - Empatía e interpretación de las emociones: genera mayor capacidad para comprender el punto de vista de otra persona, mejora la empatía y la sensibilidad para percibir los sentimientos de los otros y mejora la capacidad de escuchar.- Autocontrol emocional: mejora en el reconocimiento y la designación de las propias emociones, da mayor capacidad para entender las causas de los sentimientos y ayuda al reconocimiento de la diferencia entre sentimientos y acciones.- Manejo de las relaciones personales: aumento de la habilidad para analizar y comprender las relaciones, mejora en la solución de problemas planteados en las relaciones, mayor habilidad y actitud positiva en la comunicación, más popularidad y sociabilidad: actitud amistosa e interesada con sus iguales, mayor preocupación y consideración, mayor solicitud de parte de sus iguales, más actitud “prosocial” y armoniosa en grupo, mayor cooperación, ayuda y actitud de compartir y actitud más democrática en el trato con los otros.
Fuente. El Sol on line
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