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Si no salvo mis ideales, no me salvo a mi.







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sábado, noviembre 27, 2010

Algo que muy pocos conocen sobre este mal de nuestros días.

Sábado 27 de noviembre de 2010

Síndrome del cuidador y daño cerebral sobrevenido


Mª Cruz Ferrández Agulló

El daño cerebral sobrevenido aparece de manera abrupta, no sólo en la persona que sufre el daño, sino también en todo el entorno que le rodea y especialmente en esa persona que asume el rol de cuidador y que en esos momentos también empieza a sufrir un daño, no cerebral pero si emocional, puesto que empieza a sentir los cambios en el entorno y en todas las áreas de su vida, en ocasiones, tanto como la propia persona que sufre el daño cerebral.

Después de pasada la fase aguda y no estoy hablando del daño cerebral, sino de la fase aguda del familiar, es decir, cuando ya parece que el familiar acepta la situación y asume el rol de cuidador, se empiezan a sentir cada vez más gravemente y en distinta intensidad según cada persona los síntomas del síndrome del cuidador.

En el síndrome del cuidador se afectan todas las áreas, física, emocional, social y laboral, la persona nota cansancio, dolores, malestar general, por otra parte, como ha dejado de realizar las actividades de su vida cotidiana y también las actividades de ocio que antes realizaba, cada vez tiene menos ganas de realizarlas y está más apático con respecto a su propia vida centrándose cada vez más en su familiar con daño cerebral sobrevenido. Todo esto se torna en un círculo vicioso, es decir, cuanto menos hago para mí, peor me siento y cuanto peor me siento, menos ganas tengo de hacer cosas para mí. Por otro lado, cada vez hay menos gente que nos rodea, puesto que el tema del círculo social tiene dos caras, por un lado lo social se aleja de nosotros y por otro nosotros nos alejamos de lo social, volviéndonos con esto a enlazar a ese círculo vicioso de malestar.

Ni que decir tiene, por otra parte, que muchas de estas personas que se dedican a cuidar a sus familiares que sufren daño cerebral sobrevenido, y digo bien diciendo que se "dedican" a cuidar, puesto que muchas de ellas abandonan su vida laboral, empleando casi todo su tiempo y su esfuerzo en cuidar a su familiar, perdiendo el interés por todo lo que no esté en torno a su familiar afectado y olvidándose por completo de su vida laboral entre otras muchas cosas.
Cada vez más personas sobreviven a un daño cerebral sobrevenido, gracias a la labor que realizan los hospitales en las primeras horas tras sufrir el DCS. Las secuelas a partir del DCS son muy heterogéneas tanto en la gravedad de la lesión como en la función que se ve afectada. Y en función de esto va a aparecer una figura de cuidador o no. Pero esta claro que con lo anteriormente dicho cada vez hay más cuidadores y por tanto más síndrome del cuidador y es esto lo que también los profesionales que nos dedicamos a la rehabilitación tenemos que plantearnos, empezando a poner soluciones, puesto que no podemos rehabilitar a una persona con daño cerebral sobrevenido diciendo que está adecuadamente reinsertada en su hogar, cuado está en el hogar con una persona como cuidador que está sufriendo este síndrome.

Por tanto, tenemos que incluir en la rehabilitación a los familiares, tenemos que empezar formando a los cuidadores informales, explicando las consecuencias que para su propia salud puede tener el caer en este síndrome. Sería muy importante enseñarles habilidades emocionales para afrontar esta nueva situación y darle pautas de cómo comportarse no sólo con su familiar afectado, sino en su propia vida. De ninguna manera podríamos decir que estamos haciendo tratamientos integrales si no incluyéramos a los familiares en la rehabilitación y no estuviéramos atajando el problema del síndrome de cuidador.

Para realizar tratamientos integrales e interdisciplinares, desde todas las áreas y en todas las áreas, hemos de fijarnos bien en todas las secuelas del daño cerebral sobrevenido y, es por esto, por lo que debemos tratar también las secuelas emocionales que sufre el familiar que asume el rol del cuidador, ya que aunque en ocasiones no son tan llamativas como las producidas por el daño cerebral sobrevenido en el familiar afectado, si son muchas veces gravemente incapacitantes.

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