Sara Carreira 14/12/2008
El caso de Alicia Gil se dio a conocer en La Voz el pasado martes, donde ella denunció la lentitud de la Administración a la hora de aplicar la ley de dependencia. Había presentado las solicitudes de sus padres y su hijo a la vez, en mayo del 2007 -los expedientes tienen los números 35, 36 y 54, lo que demuestra que fueron de los primeros en cursarse, al menos en la provincia de Pontevedra-. Este verano recibió la aportación como cuidadora informal de su hijo, pero de la que le corresponde por sus padres no hay noticias. El motivo que escuchó en la oficina de Vicepresidencia, y no de forma oficial, es que en la Xunta no se acababan de creer que ella sola pudiese cuidar a tres grandes dependientes.
Alicia Gil se sintió estafada y humillada, y por eso contó su caso a la prensa. Inmediatamente, la dureza de su situación recibió toda la atención mediática del momento y durante dos días Alicia se dedicó a atender a los medios de comunicación: «Apenas ha comido», contaba el viernes su hijo mayor, y ella misma reconocía que había visto «más televisión que en muchos meses».
Primero acudió a su casa Antena 3 TV, antes incluso de que a ella le hubiese dado tiempo a leer el periódico y ver qué había salido. Aunque reacia a mostrar a sus padres -«porque no quiero circos»-, Alicia atendió a los periodistas para denunciar su caso «y al menos sacarle los colores a la Xunta». Poco tiempo después recibía la visita de una unidad móvil de TVG: «No quería que grabasen nada, pero ellos me dijeron que era un agravio comparativo que atendiese a una cadena estatal y no a la gallega; y tenían razón».
El programa de Ana Rosa Quintana también llamó a su puerta y Alicia, a esas alturas, ya no podía decir que no. Los periodistas hablaron con ella y la grabaron en casa, pero las imágenes nunca salieron: «Me alegro, la verdad, porque yo prefiero que no salgan. No me gusta eso de exhibir a mis padres».
Y finalmente, TVE. De nuevo, un pequeño disgusto para Alicia: «Vinieron aquí, los atendí y grabaron, muy amables y atentos, no fueron nada morbosos, qué va». En España Directo anunciaron su caso al principio del espacio, pero no llegó a emitirse. Ella estuvo esperando toda la tarde y le sorprendió tanto que llamó al periodista. Acabó hablando con Silvia Carrasco, subdirectora del programa: «Me dijo que, como emitían en horario infantil, no quisieron pasar las imágenes porque le parecían muy duras». Alicia no daba crédito. «¿Duras? Pues es la vejez», le dijo, para añadir: «Lo que me dice usted es que, en cuanto el abuelo empiece con el tembleque, lo mejor es llevarlo a la residencia, esconderlo para que el niño no se traumatice... ¿pero qué clase de juventud están educando ustedes?». Carrasco le dijo que tal vez podían grabar imágenes de Alicia en su día a día, pero ella se negó. «Mi nieta de siete años, a la que yo quiero como cualquier abuela de Madrid, viene aquí y ve a sus bis [ella los llama así] y no tiene traumas. Incluso una vez le dio de comer a mi padre para que yo tuviese tiempo para prepararle después churros a ella».
Tras semejante semana, Alicia Gil llega a sus propias conclusiones: «Ni pedí a la Xunta una ley ni a TVE que viniese a mi casa, y las dos me hicieron sentir como si me hiciesen un favor».
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