MARÍA DOLORES BARAHONA SÁNCHEZ ESTÁ PENDIENTE DESDE HACE UN AÑO DE UNA PRESTACIÓN YA APROBADA
«Tengo que pedir en la calle porque la ayuda de la Ley de Dependencia no llega»
Sufre una parálisis cerebral, vive en silla de ruedas y precisa una atención continua
La Junta reconoció su grado severo en septiembre del 2007
Los vecinos de Arturo Eyries conocen bien a Lola. Postrada en una silla de ruedas desde su infancia, con la postura retorcida por su incapacidad, muy limitada en sus movimientos y una sonrisa muy amplia. Esa es Dolores Barahona. Quién no la ha visto recorrer la calzada de la Avenida de Medina del Campo, en su barrio, sin poder subirse a la acera por falta de bordillos rebajados. Los coches la sortean cada día y ella trata de protegerse con un chaleco reflectante colocado en el respaldo de la silla.
Pese a que su cuerpo la abandonó desde su nacimiento, Lola tiene una buena cabeza y sabe defender sus intereses. Vivir con la sola compañía de sus gatos y perros y con una discapacidad muy severa requiere ayuda social y Lola buscó refugio en al Ley de Dependencia ya en mayo del 2007. Aún espera. Y mientras espera, cuando su pensión no cubre los gastos, tiene que salir a la calle con su tarro a pedir, «estoy unas cuatro horas». «Hay gente que sí te ayuda y otra, pasa, hay de todo, pero a veces no tengo más remedio que salir a pedir». La calle Santiago o la salida de peatones del aparcamiento de Recoletos, «es que ahí se está más calentito», son algunas de las paradas de Dolores. «Tengo que salir a la calle a pedir porque no me llega la ayuda de la Dependencia, hace más de un año que me reconocieron el derecho a una prestación económica pero no la cobro todavía».
Una parálisis cerebral neonatal con retraso psicomotor y trastorno de ansiedad son parte del diagnóstico que recoge el informe de salud para la prestación social. Grado III, nivel 1, califica su expediente. Una discapacidad para la que la ley recoge derechos desde su primer año de aplicación. Lola presentó su solicitud el día 11 de mayo del 2007, el Ceas hizo su valoración en septiembre de ese año y las últimas noticias son del pasado día 9: «Me dijeron que mi ayuda era muy problemática y que todavía no tenían ni hecha la carta que me tienen que mandar a mí». Un informe del pasado mes de abril recogía que Lola «tiene reconocida la necesidad de ayuda de una persona con carácter permanente». No llegó. El pasado mes de octubre, realizaba el plan individual y elegía la prestación económica de asistencia personal, contempla el documento 546 euros en el 2007 y 568, en el presente año. No llega.
Huérfana y 'mileurista'
Hace años que es huérfana, su madre murió en 1975 y su padre, en 1989 y sólo tiene unos primos en Marsella. Dos pensiones logran sumar un salario 'mileurista' para esta mujer de 63 años, toledana aunque afincada en Valladolid desde 1975. Sin embargo, las cuentas no salen. La persona que la cuida cobra 650 euros mensuales y se ocupa de Lola desde que se levanta hasta que reposa en la cama. La asea, la viste y cuida y le ayuda en su vivir diario. El 'catering' del Ayuntamiento le sirve comidas y cenas. Suma 20 euros al mes y, otros tantos, la señora de este mismo servicio que dos días a la semana limpia la vivienda. La hipoteca de la casa exige 186 euros.
Lola sobrevive así a los gastos cotidianos, sin caprichos: «Hace mucho que no sé lo que es eso», pero no a los extras y, cuando llega el impuesto del IBI y no lo paga porque no tiene dinero, pierde la subvención municipal para utilizar un taxi adaptado que le permite ir al médico o resolver trámites. Así que Lola recibió la caridad de sus vecinos para pagar el impuesto y ahora recorre las calles con su tarro para pedir y lograr devolver lo que considera sus deudas. Amigos, muchos. Una protectora de animales le facilita la comida para sus seis gatos y tres perros y un veterinario se encarga de «mi familia porque es mi amigo». Algunos vecinos se quejan de que viva con tantos animales pero «son todo lo que tengo y están bien cuidados».
Lola pasa las horas del día «estudiando, leyendo la biblia, pinto cuadros, cuando me apetece, y voy a clase a Juan de Austria, un centro de la ONCE. «Mi profesor está contento conmigo», decide satisfecha. A Lola le gusta conversar pero tiene serias dificultades de habla, aún así logra expresar con claridad sus ideas. «A los que me tienen así les diría que vivan un mes, un solo mes como yo, a ellos los ponía yo en mi lugar, a ver si entonces tardan tanto y ven tantos problemas en resolver una situación».
No habrá Navidad para Dolores. «Como otra noche cualquiera, pero existe porque nació Jesús». Es muy religiosa. «Soy todo lo creyente que puedo, nunca es demasiado». Esta discapacitada asegura que los Centros de Acción Social (Ceas) funcionan bien y la han atendido, pero que luego todo se ha frenado y «yo necesito esa ayuda para pagar a mi cuidadora y para que tenga seguridad social».
«Hace años y años que no me compro ropa, me la consigue un amigo en los contenedores» y si pudiera concederse un capricho ahora mismo: «compraría un colchón», el que tiene esta viejo y no descansa bien.
La subvención, en enero
La Junta prevé que a principios de año la ayuda económica concedida a Dolores Barahona comience a hacerse efectiva y estudiará además el carácter retroactivo de la misma, en función de que certifique que ha tenido en el pasado tales gastos.
La gerente de Servicios Sociales, Milagros Marcos, destaca que este es un caso «muy difícil porque su vivienda no reunía las condiciones adecuadas para que esta persona fuera atendida en su propio domicilio y ella se niega a ir a una residencia». Marcos destaca que «el caso ha sido atendido, que cuenta con un 'catering', la casa ya está en condiciones dignas y ahora sí cuenta con un cuidador que puede reunir los requisitos adecuados para encargarse de ella, antes no los cumplía para acceder a esta prestación», destaca
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