Sin embargo, mientras nuestros compañeros los hombres homosexuales hace mucho tiempo que se tiraron a la piscina de la visibilidad, las lesbianas nos hemos quedado en el armario, observando, esperando que alguien nos abra las puertas a un mundo ya tolerante. Esto nos ha permitido una vida más cómoda, más segura, pasando más desapercibidas, librándonos en mayor medida de la feroz persecución que han sufrido a lo largo de la historia nuestros compañeros. Las lesbianas hemos sufrido menos rechazo, incluso se han tolerado más fácilmente nuestras relaciones. Pero esta invisibilidad, cómoda hasta ahora, la estamos pagando cara. La falta de referencias positivas que den confianza a las mujeres homosexuales para integrar su lesbianismo como una parte más de su vida cotidiana nos está impidiendo vivir nuestra opción sexual en toda su dimensión, llevando muchas de nosotras una doble vida en nuestros trabajos, con nuestras familias.
Las mujeres lesbianas sufrimos el peso de demasiados tópicos, somos consideradas a menudo parejas de segunda, que no disfrutan plenamente de su sexualidad, vistas como inadaptadas sociales. Se cuestiona continuamente nuestra imagen, nuestra sexualidad, nuestra forma de vestir, nuestra plenitud en la vida. Un hombre homosexual es un hombre que vive según sus instintos. Una mujer lesbiana es una mujer que no es capaz de enfrentarse al mundo masculino.
Mientras los medios de comunicación, la sociedad, y el propio movimiento LGTB ha reconocido, aceptado y muestra la diversidad de los hombres gays, las lesbianas seguimos estando permanente cuestionadas. Se nos exige, como mujeres, que cumplamos determinados comportamientos sociales, determinados roles de género. Se cuestiona continuamente y nos cuestionamos a nosotras mismas nuestra propia feminidad, como si existiera una única feminidad.
Los estereotipos nos siguen pesando, los medios de comunicación no encuentran la forma de visibilizarnos de una forma digna, o no quieren encontrarla. Cuando no intentan ridiculizarnos destacando un perfil de mujer masculina, utilizan una imagen más orientada a los gustos heterosexuales. Hemos de reivindicar nuestra diversidad, y para ello tenemos que mostrarla. Hemos de reivindicar que todos los modelos son válidos, dignos, y tan buenos unos como otros. Basta ya de tópicos. Basta ya autocensurar nuestro yo. No es menos mujer una lesbiana con ademanes masculinos. No es menos lesbiana una mujer femenina. Si aceptamos que las mujeres son diversas, tenemos que hacer lo mismo cuando miramos a las lesbianas, cuando nos miramos a nosotras mismas. Quitémonos este lastre y reivindiquemos la diversidad de la mujer, la diversidad de las lesbianas. Seamos nosotras mismas y aceptémonos a nosotras mismas para conseguir la aceptación de los demás.
Exijamos a los medios de comunicación que den una imagen diversa, positiva y normalizadora de las lesbianas, y que no nos utilicen como reclamo. Por que ellos también son responsables de nuestra invisibilidad y falta de referentes.
Exijamos a las instituciones y administraciones que tengan en cuenta nuestra especificad como mujeres lesbianas, distinta al resto de mujeres, y distinta a los hombres homosexuales en temas de sensibilización social, legislación, etc.
Exijamos protocolos ginecológicos que contemplen nuestras prácticas sexuales, y nuestros riesgos específicos de contraer enfermedades de transmisión sexual.
Exijamos políticas específicas para luchar contra la lesbofobia.
Exijamos herramientas específicas para abordar la violencia intragénero.
Exijamos que nos contemplen en los planes de prevención del VIH-SIDA y otras ITS. Que nos sintamos incluidas en la prevención del cáncer.
Exijamos campañas públicas de sensibilización social para educar en la compresión del lesbianismo como parte de la diversidad sexual, y que aseguren un sistema de referencias positivas que den confianza a las mujeres lesbianas para vivir su lesbianismo integrado en su vida.
Exijamos que nos incluyan en los estudios y análisis de la realidad, del presente y del pasado.
Seamos visibles para poder exigir.
Así podremos ayudar a nuestros padres y familiares a entender mejor qué es eso de tener una hija lesbiana. Y podremos estar más fuertes para embarcarnos, si así lo deseamos, en la aventura de la maternidad y garantizar los derechos de nuestros hijos.
A nivel global, nuestro cambio ayudará a compañeras de otros países que viven una lesbofobia atroz o incluso a aquellas que pidan el asilo por ese motivo en nuestro país o en la Unión Europea.
Y sobre todo, pondremos nuestro grano de arena para que las lesbianas desde su infancia puedan vivir con plenitud y orgullo su desarrollo vital, como cualquier chica heterosexual.
Y no podemos caer en el victimismo. El cambio está en nuestras manos, en las de todas. No podemos seguir defendiendo la invisibilidad como una opción.
Porque ese paso lo tenemos que dar nosotras.
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