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Si no salvo mis ideales, no me salvo a mi.







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jueves, junio 26, 2008

Vanguardía sí, pero por favor, sin trapicheos.


Dice la Ministra Cabrera que en los últimos años, España se ha situado a la vanguardia internacional en cuanto a la legislación sobre los derechos de las personas con diversidad funcional. No seré yo quien la quite la razón, porque dicho así, evidentemente la tiene. Sin embargo esta vanguardística realidad técnico jurídica no es más que una simple falacia para cada uno de nosotros llegado el momento de hacer efectivos todos y cada uno de nuestros derechos, cuyo cumplimiento no alcanzamos, no por falta de medios ni de presupuestos, -muchas veces derrochados-, sino más bien porque seguimos siendo personas a las que política, administrativa y socialmente se nos sigue sin tomar en serio, entre otras cosas porque económicamente resultamos ser suculentas.

Conozco, muchos de nosotros conocemos, este discurso del pretender desde que tenemos uso de razón y mientras tanto sufrimos lo opuesto de lo pretendido, lo inconcebible dentro de lo racional, lo discriminatorio desde lo inclusivo, lo salvaje y brutal que se contempla al sentirse un ciudadano secuestrado por el conjunto de normas y palabras que le atribuye el sistema en el que se halla inmerso y al que ni siquiera puede atreverse a acusar porque ya optó por tomar las medidas legales para que así fuera.

Estos colectivos nuestros se han ido poco a poco conformando por grandes tecnócratas, prestidigitares de la palabra y su continua transformación como estrategia fundamental para que a lo largo del tiempo todos y cada uno de nosotros vayamos pensando que las cosas cambian para así poder mantenerlas, - y cómo no -, maniatarlas como nutriente inagotable de intereses de terceros.

Esa vanguardística legislación de la que tanto presumimos unos y otros de poco habrá de servirnos si seguimos acompañándola de adjetivaciones como propulsión, desarrollo, voluntad, diálogo con interlocutores válidos… y nunca, las subrayamos como "de obligado cumplimiento".

La falta de propulsión, desarrollo o voluntad en el cumplimiento de esas leyes, resulta que a muchos de nosotros nos recuerda cada día que somos una especie de pseudociudadanos segmentados y discriminados en la sociedad porque se hubo de camuflar o sacrificar nuestro presupuesto en eliminación de barreras, en apoyos técnicos, en educación, en empleo, etc, una vez más y aun contemplándolo la Ley, porque las leyes y muy particularmente las nuestras, siguen en la práctica sin ser, o al menos en convertirse en leyes de obligado cumplimiento, gracias especialmente a esos mercaderes que tanto gustan a nuestros gobiernos.

Vanguardía sí, pero por favor, -y ya lo pido implorando quizás porque me pudo ese “secuestro”-, vanguardia sin trapicheos.


Mª Ángeles Sierra.

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