Miguel, de 47 años, vivía solo en su casa de su pueblo (Almonte –Huelva-) como cualquier persona adulta tiene derecho a hacer. Hace tres meses unos desconocidos ocuparon su casa, le propinaban brutales palizas, le vejaban, se burlaban de él.... Le quitaban su más que insuficiente pensión no contributiva que no alcanzaba los 600 euros. Sus verdugos llegaron a solicitar un duplicado de su tarjeta del cajero automático.
Conociendo como se desenvuelve la vida en los pueblos cabe preguntarse ¿Nadie vio nada durante estos tres meses? ¿Nadie oyó nada?
¿O es que, dada la enfermedad mental, la diversidad funcional de esta persona, los hechos “parecieron” menos graves? Total, un loco...
La diversidad funcional es algo negativo en esta sociedad, algo con lo cual “queda bien” ser solidario siempre que esté lo más lejos posible. Se nombra a estas personas con términos como minus-válido, dis-capacitado, etc Y cuando hablamos de la diversidad funcional por enfermedad mental esta visión se negativiza hasta límites insospechados. La despersonalización de estas personas por parte de la sociedad de la que son o deberían ser miembros de pleno derecho es terrible, criminal diría la abajo firmante.
Existe mucha legislación que vela y promueve la integración plena de estas personas y del colectivo de personas con diversidad funcional en general, la misma que se incumple descaradamente desde todas las instancias sociales. Se presume de leyes y llegado el caso se echa mano de los prejuicios y se culpabiliza al colectivo, se mira para otro lado, se pone cara de compasión y se reconforta uno consigo mism@.
Cuando se tuvo noticia del caso del “monstruo de Amstetten” tod@s nos pusimos a decir que eso, en nuestra cultura y carácter abiertos, no sucedería. Alguien hubiera visto u oído algo y hubiera denunciado los brutales actos. Y en breve tiempo ha quedado al descubierto la evidencia.
Queda preguntar aquello que se preguntaba el “Ultimo de la Fila” en
su canción: ¿Dónde estabais cuando tanto os necesité?
Descanse en paz nuestro compañero Miguel, ya que su vida no la defendimos. Asistimos inmutables a su martirio y muerte.
Trini Recio
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