José / Halcón / Psicólogo
LA sintomatología angustiosa tiene una presencia importante en los individuos que tienen algún tipo de discapacidad física, ya sea heredada o fruto de una patología neurodegenerativa, pero ello no implica que la presencia de discapacidad sea condición de por sí para la aparición de sintomatología ansiosa.
El ser humano necesita desde su más tierna infancia el reconocimiento del otro para subsistir, en primer lugar de la madre, y posteriormente del resto de personas de su vida que adquieren una importancia vital para él. En las personas aquejadas de alguna discapacidad existe la posibilidad de que este lugar de valía, de ser un valor para la otra persona, corra peligro, con la consecuente posibilidad de padecer patologías o trastornos psíquicos futuros.
El peligro de que caigan las expectativas que los padres depositan en el infante puede provocar incómodos sentimientos de culpa tanto en los progenitores como en el infante que no se percibe a sí mismo como "hijo deseado".
El aumento de la protección, especialmente materna, y la angustia que sufren muchos padres de individuos con minusvalías distan mucho de ser útiles para éstos que tiene que aprender a valerse por sí mismos, tanto en la vida social como personal o de pareja. La dificultad del infante, ya adulto, para hacerlo, viene marcada por la posibilidad para ello que le ofrecen sus padres, y supondrá abrirle el camino a la sexualidad que además de una función reproductora, tiene una función social o afectiva. El lugar ocupado por nosotros para nuestra pareja cobra una importancia capital, este ¿seré menos válido? para él o ella puede ser uno de los motivos que provoque dificultades en aquellas personas con discapacidad que se sientan menos valoradas.
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