Ilmo. Sr. Defensor del Pueblo Andaluz
Cádiz, 10 de Enero de 2009
Estimado Sr. Defensor:
A través de estas líneas queremos trasladarle los hechos de que hemos sido testigos presenciales y que hemos vivido con enorme impotencia y consternación.
El día 31 de Enero acompañé a Sara, amiga de mi hija, junto a su compañero David, dos jóvenes de 24 y 22 años respectivamente, pareja de hecho, ambos con discapacidad en diferentes grados, al hospital de
Tras la consulta almorzamos juntos en el Puerto de Sta. María y estuvimos hablando de esto, fundamentalmente. Sara me hacía preguntas sobre cómo era, si dolía mucho. Yo le hablaba para tranquilizarla. Pasé con ellos parte de la tarde. Durante las casi cuatro horas que estuvimos juntos dio tiempo de hablar de muchas cosas. Progresivamente me siguieron contando cómo, con quién y dónde habían vivido –incluyendo el pinar por el que pasamos junto al hospital- , en verano. Y como ya lo habían venido haciendo durante el trayecto desde San Fernando, donde los recogí, continuamos hablando y hablando hasta llegar de nuevo a su casa donde nos despedimos quedando en que los llamaría y ellos me darían un toque si había alguna novedad. Esa misma noche me enviaron un mensaje para felicitarme el año nuevo que aún conservo en el móvil.
El día 7 recibí un toque del teléfono de David. Muy nervioso pero muy contento me dijo que Sara estaba de parto. Acudí de inmediato al hospital. Cuando llegué, a las 13;20, Sara acababa de dar a luz a una niña preciosa a la que iban a poner por nombre Esmeralda.. Pude pasar a verla y Sara me recibió muy contenta aunque adormilada y agotada. Me dijo que le había dolido muchísimo pero que era muy feliz, me decía una y otra vez que era otra, una nueva Sara. Y se deshacía en piropos a su niña con gran júbilo. Al mismo tiempo, muy bajito y muy seria y muy triste me dijo que a lo mejor se la iban a quitar porque se lo habían advertido en los servicios sociales. Yo no podía dar crédito a aquello y la tranquilicé diciéndole que no sería así puesto que allí la tenía. Ella me insistió diciéndome que le habían advertido que se la llevarían al nacer si seguía viviendo en aquellas condiciones, sin luz ni agua, en casa de los padres de David..
Fuera, en el pasillo, hablé con David, quien me dijo lo mismo que Sara, y que ellos comprendían que esas no eran condiciones para que viviera la niña pero que habían buscado por todos lados trabajo y casa y que no habían podido encontrar nada mejor.
Durante los días 7 y 8 de enero pasé con ellos la mañana y la tarde hasta la noche hablando sin parar. Me fueron contando todos los problemas familiares. Yo conocía los de Sara por haber sido amiga de mi hija desde hacía casi diez años pero no los de David y mucho menos los de su familia.
Durante los días 7 y 8 de enero Sara, desde el primer momento, y siguiendo las indicaciones de la matrona en el paritorio, dio de mamar a su hija. Antes de subir a la planta cuarta presencié su gran paciencia y disfrute, aguantando con su dedo índice la parte delantera del pezón para que, como le había indicado la matrona, la niña pudiese respirar. Vi como la niña tragaba y como Sara, la madre, insistía y cuando descansaba la tomaba David en sus brazos. También, transcurrido más o menos una hora, una enfermera le hizo entrega de los papeles para inscribir a su hija en el registro. David los cogió y los guardó en una carpeta. Al día siguiente fue al registro pero le dijeron que como eran pareja de hecho tenían que ir ambos.
También estuvimos presentes cuando una trabajadora social del hospital, Estrella es su nombre, fue a verla sobre las 14:00 horas y cuando salió me preguntó quien era yo. Le respondí que era amiga suya. Ella me dijo que la encontraba muy asustada y desconfiada, “como si se la fuera a quitar”. Le dije a Estrella que, al parecer, y según me habían dicho los propios padres, los Servicios Sociales se lo habían anunciado. Ella me dijo que no sabía nada.
Eran las 14,30 aproximadamente del día 7 de Enero cuando los iban a subir a planta. Como eran más de las tres salí a comprarle a David un bocadillo para que pudiese comer allí. Con muchísima preocupación pero confiada por verlos tan felices con su hija me fui a casa sabiendo ya que iban a subirlas a la habitación 416.
El día 8 acudí con una amiga, alertada por el miedo de los padres, a las trabajadoras sociales del hospital a trasladarle su preocupación y la mía y a ofrecerme para cualquier mediación de apoyo a los padres. Debo decir que tomaron nota de mis teléfonos y me informaron que el tema estaba en Menores pero que no podían informarme de nada. Por mi parte, trasladé toda la información de la que disponía acerca de las grandes dificultades con las que los encontré el día 31 y, según ellos mismos me contaron, durante toda la gestación, así como que, según me habían explicado Sara y David, no habían recibido ayuda y solo un ofrecimiento por parte de los Servicios Sociales de
Por la presente, queremos denunciar:
1) la excesivamente dolosa y violenta actuación hacia los padres el día 9 al retirarle a su hija engañándolos. La enfermera les dijo que la llevaban al pediatra y, sin mediar ninguna explicación previa, a pesar de que nos ofrecimos para ello a la trabajadora social de
El día 12, lunes, mi marido acompañó a David a Menores donde el padre volvió a manifestar su deseo de recuperar a su hija lo más rápidamente posible. Mi marido les explicó claramente que, a su juicio, después de haber permanecido con los padres durante todos estos últimos días, les cree capaces de criar y educar a su hija, naturalmente con todas las ayudas y apoyos que sean necesarios. Es más cree que sería aconsejable una recuperación inmediata para evitar, en la medida de lo posible, que no se rompa el vínculo entre madre e hija.
Nos mueve a ello el deseo de que se respeten los derechos de los padres y de su hija a recibir la protección y la ayuda necesaria para que, ya que así lo decidieron y comunicaron en su día a
2) Que después de la violenta retirada de la hija no apareció nadie por el Hospital durante todo el fin de semana, ni de los servicios sociales ni especialista clínico para asistir a los padres de tan cruel impacto psicológico.
3) Que tras acudir mediante un permiso hospitalario de Sara, al Centro de Acogida San Carlos (de Chipiona), donde se encuentra su hija el pasado día 13 de Enero, visita en la que pudieron estar con ella una sola hora. A la semana siguiente, conforme a lo establecido, pidieron a Menores telefónicamente visitarla. En principio se les comunicó que podrían visitarla el martes día 20. Cuando los padres se hallaban preparados para el desplazamiento avisaron desde Menores para comunicar a los padres que no podrían visitar a su hija hasta el miércoles 21. Este hecho, unido a insistentes presiones mediante llamadas telefónicas de
4) Que a pesar de ello Sara no ha recibido asistencia médica ni psicológica hasta la fecha.
5) Que a pesar de sus requerimientos aún no se les ha facilitado la oportunidad de acudir al Registro Civil a inscribir a la niña, ya que
6) Que David manifiesta no poseer el dictámen de su calificación de minusvalía y que tiene que ir al EVO de Cádiz para recogerla ya que, según él, lo que posee es una minusvalía sensorial del 85% y no una minusvalía psíquica. Trámite que, según David nos manifiesta a fecha de hoy, tiene que hacer en los Servicios de Valoración, tanto acompañado por la trabajadora social de Afanas o por él mismo. Hasta no tener dicho dictámen no podemos entrar a valorar si, caso de que David no tenga reconocida una minusvalía psíquica, el atropello por parte de Menores, sea aún mayor.
Dicho todo esto con el mayor respeto y acatamiento a las normas legales, pero sin renunciar por ello a que se ponga urgentemente remedio a los evidentes errores que se han cometido y se siguen cometiendo en este caso, respetándose los derechos de la madre y del padre a ejercer como tales, derechos recogidos en el art. 23 de
Atentamente:
Fdo.
Eloisa Marín Fernández y Manuel José Ramos Ortega
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