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La inviable Ley de Dependencia
FATALIDAD El desesperado caso de Josefina Iglesias, condenada a malvivir con cinco dependientes a su cargo, vuelve a poner sobre el tapete las injusticias de una ley, calificada como la más progresista de cuantas salieron del laboratorio de ideas del Gobierno de ZP, que estaba llamada a fracasar desde el mismo momento que se promulgó pese a que generó las expectativas más ilusionantes a los ciudadanos.
Cuando el presidente del Gobierno se sacó de la chistera este conejo, incluso en época de bonanza, alguno de sus asesores debería haberle dicho que era inviable. Que en las arcas del Estado del bienestar no había fondos para tal cantidad de cuidadores y demandantes. No lo hicieron y el Gobierno central, cuando se dio cuenta del tremendo error, le endosó el marrón a unas autonomías que no daban crédito: transferencia de servicios sin dotación económica y un gran problema por delante para atender las demandas. Casos como el de Josefina Iglesias los hay en cada uno de los núcleos poblacionales de Galicia y la llamada Ley de Dependencia es incapaz de atenderlos. No hay recursos, no hay infraestructura y no hay voluntad política para aclararlo. Solo mirar hacia otro lado.
Lo peor de todo no es que no se hayan cumplido las expectativas, lo más sonrojante es que la sociedad, sobre todo la gallega, asume con milenaria naturalidad que es su obligación el cuidar, 24 horas al día los 365 días del año, de los familiares dependientes. No pasa nada. Volverán las elecciones y otro iluminado prometerá algo similar. Y seguirá recibiendo votos.
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