Viernes, 18 de febrero 2011
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Editorial
Anuncios y recortes oficiales
Editorial | 17/02/2011 - 12:08h
Diversos consellers de la Generalitat han anunciado últimamente la concreción de los recortes que deberán efectuar sus respectivos departamentos, a raíz del objetivo general de reducir un 10% el gasto de la administración autonómica. El tijeretazo se notará especialmente en áreas tan sensibles como sanidad, educación, infraestructuras y políticas sociales, especialmente en la aplicación de la esperada ley de Dependencia. Desde la eliminación de algunas estaciones de la línea 9 del metro hasta la ejecución de menos centros de atención primaria de los planeados, pasando por el mantenimiento de barracones escolares, son varias las medidas antipáticas que estos días adornan las apariciones de los flamantes miembros del Govern de Artur Mas.
Asumido por la sociedad catalana que atravesamos tiempos difíciles y que todos debemos apretarnos el cinturón, y aceptado también que el nivel de inversión de las administraciones públicas bajará forzosamente, lo que resulta sorprendente y un punto desconcertante es la forma elegida por los consellers para explicar a los ciudadanos el detalle de estos recortes. Se hace de modo simultáneo, descoordinado y parcial, dando la sensación de que cada departamento se preocupa sólo de colocar su mensaje al margen del resto. Hay días en que las ruedas de prensa de los consellers semejan una competición para lograr la medalla al más ahorrador del Consell Executiu. Esta actitud transmite una idea confusa sobre la jerarquía de los recortes previstos, algo que no casa precisamente con el discurso de prioridades repetido por Artur Mas desde su investidura.
La acumulación incesante de anuncios sectoriales de recortes en las políticas de la Generalitat crea una inquietud innecesaria entre la ciudadanía, algo que no contribuye mucho a apuntalar la confianza que tanto se precisa en estos momentos. A la postre, esta retahíla se impone a otras consideraciones y amenaza con desdibujar el sentido general de lo que se pretende. Si el anterior Govern tripartito arrastró problemas de comunicación desde el primer día, costaría de entender que los consellers de Mas no tuvieran presente esta lección para evitar ser presa de inercias similares.
Mención aparte merece el anuncio de la consellera Rigau sobre el frenazo a la introducción de ordenadores portátiles en las aulas, extremo que, según la titular de Ensenyament, se habría producido igualmente en una etapa sin dificultades financieras. Esta medida, más allá de su oportunidad, invita a una reflexión sobre el alcance de los cambios y experimentos en el ámbito educativo, algo que atañe a los grandes partidos políticos, firmantes –por cierto– de un Pacte Nacional sobre la materia, durante la presidencia de Maragall. Noparece lógico que ciertas decisiones gubernamentales, de antes o de ahora, supongan una ruptura en planteamientos insertos en un marco estratégico de largo alcance, habida cuenta de la existencia de unos criterios generales compartidos por el grueso de formaciones parlamentarias. La presencia de las herramientas informáticas en la escuela y su ritmo de introducción debería responder a una concepción mucho más estable y articulada que evitara malentendidos, agravios e improvisaciones entre educadores y familias.
Atravesamos una etapa extraordinariamente complicada, también para las arcas del autogobierno, como es bien sabido. El Govern que preside Mas debe poner una letra clara y uniforme a esta dura música de fondo.
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