A la Expo sobre ruedas
Alguna vez cogí el 42 para ir a la piscina, porque siguiendo horarios no siempre coinciden los servicios de la micro amarilla con las necesidades del usuario. Cuando no, hay que morir al eurotaxi, escasos y sin bono todavía que abaraten el coste –es el único vehículo donde poder subir con una silla eléctrica-. Moverse en Zaragoza en algunas circunstancias se las trae.
Menos mal que a las puertas de la Expo se pensó en un transporte especial para visitantes con movilidad reducida severa y sus acompañantes, hasta el nombre es correcto –que los tiempos no están para bromas lingüísticas-. Dos líneas que cruzan nuestro centro, desde La Aljafería o la Estación Delicias pasando por Gran Vía hasta María Zambrano y de Don Jaime o el Coso hasta el Portillo, y enlazan residencias, hoteles adaptados, lugares emblemáticos y de ocio, estación de autobuses y aeropuerto.
No tenemos aún metro ni tranvía, pero nada ni nadie nos corta ya el acceso a las Murallas o la Puerta del Carmen, La Seo o el Pilar, las Termas y la Lonja, el Arco del Deán, el Torreón de la Zuda, la iglesia de San Pablo o de la Magdalena. Además, se contrató a personas con discapacidad que atiendan las llamadas a autobuses, y la micro adaptada ha ampliado sus servicios de las nueve a la una.
Un buen comienzo, para que el Ayuntamiento y la DGA acomoden los planes de movilidad y transporte accesible de otras ciudades españolas. Los nuevos metros en Madrid disfrutan de ascensor, asideros, señalizaciones en Braille, zonas T para sordos y es posible subir a un autobús con reservas para sillas de ruedas y cochecitos de niño, o asientos especiales por si vas con muletas, estás embarazada o eres mayor. En Bilbao, y ahora Vitoria, el moderno tranvía a pie de calle integrado en el entorno acerca más a todos la ciudad. Barcelona es pionera en bonotaxis, estaciones de metro a la altura de cualquier –sus luchas costaría- y única en Europa donde puede accederse al cien por cien de los autobuses y tranvías.
Todo casi perfecto, si no fuera porque también la Expo nos reduce las líneas de los articulados, porque aún hay conductores que no saben extraer la rampita de los rojos o se nos estropea cada dos menos uno la de los amarillos. Quizá sea cuestión, como están intentando en Badajoz, de educar a los niños para que sus papás no aparquen junto a la marquesina. “Cuando llego a la pista ya he jugado y ganado el partido”, diría Miguel Tena, uno de nuestros mejores tenistas con discapacidad. Nos pasa a muchos. Menos mal que el evento nos permite subir con nuestra silla en dirección a Ranillas, un comienzo hacia la normalización.
María Pilar Martínez Barca
1 comentario:
Gracias Pilar, por esa manera tan elegante de mostrar tu contundencia, sin llegar a adjetivizar ningún hecho que lo merezca, mostrando y demostrándo que de esa manera ni aún los más cerriles se atreverían a levantarte el tono de su palabra.
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