Por Mª Ángeles Sierra.
El próximo día 29 nos sobran razones para secundar la huelga general, desacelerar el mercado o dar la espalda a las instituciones tanto públicas como privadas que nos están pisoteando.
El desempleo mantiene su constante al alza, las ayudas sociales a la baja, los recortes de derechos son cada vez más notables, el aumento impositivo de los impuestos indirectos es para muchos ciudadanos prácticamente insostenible y la disparidad entre las clases sociales altas y bajas es cada vez más bárbara.
Durante décadas, millones de ciudadanos hemos estado aportando beneficios económicos para este supuesto estado democrático de derecho en forma de tributos locales, autonómicos y estatales o en forma de un precario desarrollo social, educativo, económico y sanitario, no sin sacrificio e incluso rendición por parte de los ciudadanos afectados si nos comparamos con el gasto invertido por otros países del entorno, pero al parecer nada ha sido suficiente.
Se nos impone más sacrificio, mayor precariedad laboral, menos garantías sanitarias, educativas y sociales, aumento de la jornada laboral, reducción y/o supresión en la práctica se pensiones por las que toda una vida hemos ido aportando y reducciones de cobros a mayores horas de trabajo. En definitiva, hemos dejado de ser ciudadanos de pleno derecho para ser míseros esclavos bajo el dominio absoluto de unos (des)gobiernos cada vez más tiranos.
Mientras tanto, en el otro lado de la balanza, las grandes fortunas no pagan. Evaden sus capitales a paraísos fiscales, acumulan deudas millonarias al sistema sanitario en concepto de impagos a la Seguridad Social, que a nadie salvo a ellos se permite, perciben prestaciones públicas millonarias con las que nunca articulan mejora social alguna. El entramado empresarial recoge alborozado el despido y la precarización laboral que no admite pudores, ni acata recetas morales
La Monarquía y la Iglesia atrapan millones y privilegios imposibles de calcular dado el oscurantista entramado de que disponen y de la fuerza del poder político, prácticamente totalitario que los mantiene.
Grandes Fundaciones y ONGs, siempre vinculadas a esos dos grandes partidos que se turnan en el poder gracias a nuestra inocencia y contención, controlan económicamente sectores enteros a los que nunca van a parar ayudas directas, efectivas, reales y mucho menos dineros, convirtiendo su derroche en caridad, -que no es caridad ni de lejos-, desde su amplio escaparate de manejar sentimientos.
La Banca, no conforme con haberse quedado con miles de casas de los ciudadanos, con las que les engañaron en el momento de atraparlos tras venderles el sueño de la felicidad sempiterna les sigue teniendo asfixiados en forma de deudores eternos, después de haberles desplumado y haberles arrojado de sus propias viviendas.
Retienen los créditos extraídos de nuestro sacrificio y nuestro dinero para quienes más necesitan mantenerse en esta cuerda floja cada vez más peligrosa de recorrer y aquí no pasa nada. Pero lo que ya más ofende de la banca es que haya tenido incluso la desfachatez vergonzosa de haber transformando a espaldas de sus ahorradores clientes, las cantidades ahorradas de muchos años de sacrificio y trabajo en inversiones basura, de las que ya no pueden hacer uso por mucho que se encuentren laboral, económica y socialmente ahogados.
Ni siquiera son dueños del resultado del ahorro de tantos años de trabajo. Pero aquí no pasa nada, al parecer sigue siendo legítimo y legal que seamos expoliados.
Y después vienen los insuperables prestidigitadores de nuestras cada más alicaídas esperanzas, los insostenibles políticos, los sindicalistas de altura, los grandes ejecutivos y directores públicos, los que reparten el bacalao pescado por todos nosotros y que acaban comiéndose ellos en cuatro o cinco bocados. Parlamentarios, ministros, consejeros, alcaldes, concejales, directores generales, asesores y un sinfín de “ores” devoradores, -quizás expertos en como esquilmarnos y descalabrarnos-, para quienes no es incompatible, al contrario que al resto de los mortales, acumular varios cargos públicos y políticos siempre bien remunerados, eso sin contar su cada vez más insana experiencia en generar y beneficiarse de los millonarios gastos varios, prevaricaciones y cohechos, como no, autorizados.
Los representantes de medios de (in)comunicación y (des)información masiva, -bien alimentados, en detrimento de miles de auténticos profesionales del periodismo, cuando no explotados desempleados-, cual eficientes lacayos de cuantas manos les van dando de comer, por pasar de ser portavoces ciudadanos a roncos e incomprensibles megáfonos, aun a riesgo de resultarnos cada vez más vomitivos, sin más pudor que el de la desvergüenza, ya se encargan con sus medios de irnos manipulando, para convertir en silencio, un imparable y lamentable drama social, para muchos insospechado.
¡El día 29 todas y todos podemos y debemos hacer algo!
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