Como alcaldesa nuestra que es,
merecemos una explicación.
MANUEL ALCARAZ RAMOS
Estimada alcaldesa: he seguido con atención las semanas de celebración de su advenimiento al primer sillón municipal. Espero que no haya acabado fatigada de respirar incienso ni avergonzada por burdas alabanzas. Me he enterado, por afamados estilistas, de que viste mejor que hace un año, lo que me complace sobremanera. Y un amigo foguerer le ha elogiado porque visitó su distrito, lo que me ha conmovido. Y he sabido, por usted misma, que se siente sometida a vigilancia y acoso de su hogar: en este caso abandono toda ironía para manifestarle mi apoyo, sea quién sea el imbécil fascista que use esas tácticas.
He podido apreciar que ciertos vecinos destacan de su gestión el arreglo de aceras, parca recompensa a sus esfuerzos porque qué gracia tiene que se le recuerde a usted por un plan lanzado por Zapatero. También he de decirle que coincido con usted en que los constructores no son unos "ogros". Nunca he pensado que, como define la RAE a tan mítica especie, sean devoradores de carne humana, ni siquiera esos que aparecen en no sé qué papel de la policía y que han contribuido, al parecer, pobrecitos presuntos míos, a una arca de solidaridad con el PP. Una caja de este presuntísimo lío es llamada "Alicante", lo que debe desbordarle de alegría, porque, por fin, a nuestra ciudad se le hace justicia, con lo que crecerá nuestra, ay, maltrecha autoestima. En esto deberé detenerme, porque, sin duda, su mayor aportación intelectual a su propio triunfo consista en prescribirnos incremento de autoestima y "querer" a Alicante. Pero hechas todas estas observaciones reconozco que no alcanzo a entender algunos asuntos aludidos en estos días de gloria.
Ha afirmado que de lo que se muestra más contenta en este año es de la reordenación de la Plaza del Ayuntamiento: bien está enmendar desatinos ¿pero dónde ha estado los años anteriores?, ¿por qué desde la Concejalía de Urbanismo no procuró acabar con esa llaga?, ¿tan poco mandó usted que nada pudo hacer para evitar la fea deriva de la ciudad?, ¿o es que su maestro Alperi era alérgico a las flores?, ¿podría decirnos cuáles, por ejemplo, fueron sus aportaciones a la defensa del patrimonio arquitectónico e histórico? En fin, la faena está en marcha y quieran los hados que quede bien, que si no habrá quien le critique por no haber convocado concurso ni haber propiciado imagen de mayor aliento. ¿Pero podría decirnos qué hay de obras como la rehabilitación de la Estación de Autobuses o la Torre de Comunicaciones?, ¿hay calendario creíble para esa urbanización en la Sangueta que dentro, medio oculto, llevará un Centro de Congresos?, ¿cuántas veces más vendrá Camps a anunciar la rehabilitación de la Zona Norte, donde las macetas de tan poco sirven?, ¿o es que la postración de ciertos barrios es forma de amar Alicante, y sus ciudadanos, golpeados con el paro, son malos por no acertar a autoestimarse como usted merece? ¿Podría, de paso, darme alguna clase práctica de amor y autoestima aplicada a la belleza de la fachada del Casino o a la prodigiosa erección de unos silos que dejarán sin visión de la ciudad a los que lleguen desde el sur, en esa entrada que usted tanto añora? ¿O es que amor y autoestima son sólo profilaxis a aplicar a quien critica su gestión, rompiendo la unanimidad que es componente esencial de su cultura política?
Por supuesto afirma que apoya el Plan Rabassa porque siempre estuvo a favor del Plan Rabassa. Cierto: ¿pero puede explicar a favor de qué Plan Rabassa está usted?, porque convendrá conmigo que el plan que usted preparó y apoyó -viviendas urgentísimas- tiene muy poco que ver con lo que ahora quiere hacerse: ¿cuántas viviendas van a quedar tras plantar Ikea y el centro comercial?, ¿qué reordenación se hará tras que 300.000 metros cuadrados se adscriban a uso ferroviario?, ¿cuándo empezarán de verdad las obras?, ¿por qué, si tanta es la urgencia de vivienda, el PAU 3 con miles de ellas, adjudicado al mismo promotor angélico que el Plan Rabassa, duerme desde hace 10 años?, ¿no fue concejala de Urbanismo buena parte de ese tiempo?, ¿cuántas viviendas necesitamos, teniendo en cuenta que el estudio demográfico del PGOU está en entredicho por cambios en los flujos migratorios? Por cierto: ¿aventura alguna fecha para remitir a Conselleria el PGOU o hay que esperar a que todos los que tienen que estar satisfechos -usted ya me entiende- lo estén?
Espero que no considere estas líneas una provocación. Dios me libre, que eso debe quedar sólo para aquellos que, como usted, queriendo de verdad a Alicante, elevan su autoestima -la de Alicante y la propia- a base de manipular la opinión pública y de asegurar plusvalías a los particulares que no cumplen con las obligaciones contraídas contractualmente con el Ayuntamiento que tan brillantemente preside. Lo digo por esas minucias millonarias de estadios y centros comerciales: ¿por qué no tuvo en cuenta todo esto cuando, como concejala de Urbanismo, bendijo la maniobra del entorno del Rico Pérez introduciendo a última hora en el proyecto de PGOU la solución que más convenía a quien todos sabemos?, ¿ha olvidado que las asociaciones de comerciantes protestaron por el centro comercial previsto allí antes de saber que se les iba a trampear con el del Plan Rabassa?, ¿es que la situación ha cambiado desde que se aprobó tal plan y se puede presionar con nuevos inventos en esa Tierra Prometida de leche y miel? Reconozco que no he entendido la racionalidad de la maniobra, de los regates que, casualmente, acaban siempre beneficiando a quien no me atrevo a nombrar. O sí: usted ha tratado de manejar otra vez el cariño al Hércules, por ver si concitaba, de nuevo, amor y estima. Le ha salido mal: véaselo, porque unir, en la alianza del poder institucional con los poderes fácticos, la soberbia con la codicia, puede gestar un cóctel indigesto. Y querrá que brindemos con él por el amor a Alicante. Ya sé que ha afirmado que en el urbanismo y la economía local manda el PP, o sea, usted. Pero no le cree nadie. Qué le vamos a hacer. Por eso sería bueno que nos diera alguna explicación, como el alcalde de "Bienvenido, Mister Marshall". No vaya a ser cosa que por aquí no sólo no pase Mister Marshall sino que, además, tengamos que pagarle.
Manuel Alcaraz Ramos es profesor de Derecho Constitucional de la UA.
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