Respuestas ante la corrupción.
28/09/2009 FRANCESC Colomer
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La situación de deterioro por presunta corrupción política y económica de la cúpula del Partido Popular alcanza niveles insostenibles. Todos sabemos que, en circunstancias similares, ningún gobierno democrático del mundo conocido resistiría. ¿Qué hacen los gobiernos limpios cuándo son cuestionados en su pureza y escrúpulos?. La regla de oro es dar la cara, argumentar, multiplicar la transparencia, abrir puertas y ventanas, colaborar, clarificar. Pero no, aquí han preferido reaccionar atacando a jueces, fiscales, policías, periodistas y oposición. Espectacular. El espectáculo más surrealista nunca visto en un sistema democrático europeo. Un tipo huyendo por las escaleras de emergencia e interceptado por la policía con información almacenada en un archivo informático revelador de las presuntas tropelías del poder. Todo debe ser normal. Normal en un país que no tiene dinero para el azulejo, ni para erradicar barracones escolares, ni para aliviar las listas de espera médicas, pero el talonario a punto para cubrir las espaldas a sus amigos de la Fórmula 1 de Valencia, los Orange Market de turno y sus presuntas evasiones fiscales, etc.
Este es un tiempo de infamia y decadencia que no merece la ciudadanía valenciana, cuyo carácter, personalidad y concepción de la vida no se parece en nada al comportamiento de sus actuales representantes institucionales en el poder.
En relación con el caso de la trama corrupta del bigotes y las empresas que trabajaban para el Partido Popular y la Generalitat Valenciana, el informe de 89 folios más anexos de la Brigada policial contra el Blanqueo presenta más que indicios que requieren una clarificación inmediata y contundente por parte de los implicados. Es muy sencillo: que se expliquen. Pero prefieren atacar y asediar a la propia policía, fiscales, etc. Todo menos dar la cara con argumentos plausibles que puedan clarificar las cosas.
Los tiempos jurídico-penales tienen su cadencia pero, en términos políticos y morales, las cosas requieren otro ritmo. Es como el caso del presidente de la Diputación Provincial de Castellón, negándose a explicar quién presuntamente le ingresaba tantos millones y a cambio de qué. Pronto se cumplirán 6 años desde que estallara el escándalo. ¿Qué cuesta salir y explicarlo todo si son inocentes?. Ellos solos se complican la vida. Y, al hacerlo, deterioran y pulverizan la imagen de la política y de las instituciones democráticas que nos hemos dado y que sufragamos entre todos.
Resulta evidente que tenemos una generación de dirigentes que no han estado concentrados en lo que tocaba, que se han distraído, que han jugado demasiado fuerte deslizándose hacia territorios sombríos y pantanosos. Allí donde dobla la moral y habitan los peores vicios de la política: la confusión de lo público con lo privado, lo particular con lo general, el partido con el gobierno de la sociedad. En definitiva, cuando la codicia toma el mando. O el estado de derecho --del cual la policía forma parte esencial-- está oxidado o la cúpula del Partido Popular, corrompida. Por eso urge que den explicaciones razonables de manera inmediata.
Supongo que los primeros interesados serán los millones de votantes, simpatizantes y militantes del propio partido. La mejor noticia para todos los partidos y todas las ideologías sería que fuese un cúmulo de malos entendidos y confusiones cinematográficas, como en esas películas de enredos forzados e inverosímiles. Ciertamente, porque el golpe asestado al sistema democrático y a la credibilidad de la política, nos debe preocupar a todos. Este es un momento extraordinariamente amargo para los demócratas de todos los colores. Es una pésima noticia que la trama esté llena de castellonenses del PP, los mismos que, tras 14 años de mando, nos han llevado a la cifra de 50.000 parados en la provincia. Ya vemos a qué se dedicaban. Decadente. Urgen gestos de rebeldía cívica para regenerar la política. El civismo es la vacuna contra lo que nos pasa. Un civismo activo, despierto, crítico y consciente. Un civismo que no traga con todo por sentido de la dignidad y la autoestima básica en una sociedad de personas libres. La política es un espacio para el interés público, no cabe nada más. Solo levantado un dique moral contra la corrupción salvaremos el sistema. No es una cuestión de ideologías. Es una cuestión que aislar a los pillos y a los hampones.
Alcalde de Benicàssim y secretario general del PSPV-PSOE en la provincia de Castellón
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