Acabaría con el botellón en un ora pro nobis
por Manolo Saco
Tags: botellón, prostitución, Rouco
El problema de qué hacer con la prostitución sólo lleva sin ser resuelto, vamos a ver… unos miles de años, cuando la tribu ni siquiera había inventado la ciudad-estado. Para unos es la profesión más antigua del mundo. Otros sostienen que posiblemente las putas comenzaron a ejercer su industria al mismo tiempo que los brujos de la tribu la suya. Lo más probable es que ambas profesiones hayan nacido simultáneamente, la una para vender el Cielo en la Tierra, y la de los sacerdotes, para prometer los placeres de la Tierra en el Cielo.
Y como es imposible acabar con ninguna de ellas, porque sus mercancías son dos argumentos de venta supremos, he aquí que, miles de años después, seguimos discutiendo si las putas deberían abrir su chiringuito fuera de las murallas de la ciudad, y si los sacerdotes deberían instalar sus tenderetes fuera del recinto de la escuela, el lugar reservado a la razón.
La prostitución se puede ejercer en recintos cerrados, como el sacerdocio, pero la inversión en locales es más cara porque hay que pagar la decoración: luces indirectas y de colores, un gusto kish por los dorados y los disfraces estrafalarios, música ambiental. Y eso lo sabe bien el cliente, al igual que la gente joven ha descubierto el botellón como forma más barata de beber y de relacionarse que en los bares y discotecas. Visto lo del otro día en Pozuelo, creo que el problema del botellón deberíamos contemplarlo como pendiente de regulación, y no de estéril prohibición. Como en el caso de la prostitución y de las religiones.
Por cierto, el cardenal Rouco tiene una solución, aunque me temo que entiende tanto de botellones como de putas: “Si las familias de Madrid y de Pozuelo hubieran rezado el Rosario, no habría ocurrido lo del pasado fin de semana”. “Rezar todos los días en familia el Rosario de la Virgen”, como la bajada de impuestos del PP, parece que sería la solución a todos nuestros males.
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La foto de los curas de arriba, que por el volumen de sus estómagos y la fina seda de sus disfraces deben de pertenecer a la iglesia de los pobres, la hice el otro día en la catedral de la Almudena de Madrid. Esta otra, es una pintada, a 20 metros de donde se encontraban, en una puerta lateral que al parecer da a una cripta. Alguien quiso recordar a la clerecía que hace apenas cinco millones de años éramos primates. No quiero ni imaginarme cómo sería la mona vestida de seda púrpura.
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