En ocasiones la vida nos enfrenta a grandes reveses difíciles o duros de afrontar, pero que finalmente son siempre afrontables porque forman parte de la naturaleza misma. Situaciones que por lo que tienen de humanamente especiales nos ponen al límite de nuestras habituales posibilidades. El tiempo pasa, la vida se regenera y transforma. Querámoslo o no, poco a poco y hasta la transformación definitiva, nos cambia.
También en ocasiones el miedo a lo inesperado, al cambio, a la transformación, a lo inevitable, se apodera de nosotros, sin siquiera darnos cuenta. Es cuando queremos darnos cuenta, cuando nos descubrimos a todas luces descontrolados, incapaces de asumir el dominio sobre nosotros mismos y nuestras emociones. Es cuando el desorden se ha apoderado de nuestra templanza, de nuestro sosiego y de nuestra calma, cuando descubrimos, -aunque no siempre-, cuanto pasa, que no es ni más ni menos que cuanto había de suceder.
No han sido pocas las veces en que debido al cúmulo de circunstancias que me han rodeado, me he sentido así, perdida, disconforme, dolida, indispuesta, para acabar finalmente combatiente y reconfortada. No serán pocas posiblemente las ocasiones en que vuelvan a repetirse este tipo de accidentales situaciones a las que habré de enfrentarme, cada vez con más y mejor preparación hasta que las fuerzas fallen.
Momento a momento la vida se construye, se destruye y se reconstruye nuevamente, sin que siquiera seamos capaces en la mayoría de ocasiones de percatarnos de ello, hasta que no llega ese tiempo de meditación o de reflexión unas veces espontáneo y otras forzado a través de las circunstancias, que nos hace sentir la vida con distinto aroma, color y sabor.
Es en los duros momentos donde una siente quienes con su propia identidad ocupan el lugar de la verdadera familia y los verdaderos amigos; el espacio de las personas nobles, que te ofrecen y reciben con su entrega la dosis necesaria de apoyo, compañía y comprensión que todos en varios momentos dados de la vida, sin excepción, necesitamos.
Es preciso reír, llorar y reflexionar para sentir, como es preciso sentir para llorar, reír y reflexionar plenamente. Pero lo más importante y difícil tal vez sea, aprender y a su vez enseñar a mantener la serenidad, la paz, la coherencia, la ecuanimidad y la calma.
A cuantos en algún momento de mi vida o de otras vidas contribuyeron y seguirán contribuyendo a mantener esas fuerzas que no son ni más ni menos que el apoyo en el reconocimiento y dominio de las emociones y el consuelo, desde la autovigilancia, mucho amor - símbolo de esas fuerzas- y muchas gracias.
A la persona que me motivó esta entrada, que es el hombre de mi vida, toda mi alma.
M.A.S.H
2 comentarios:
Dices bien que la vida nos somete de contínuo a pruebas en las que habremos de autoevaluar nuestras capacidades de aprendizaje y crecimiento. Al final todo gira en una misma dirección.
No todas las personas reflexionamos del porque del aquí y del ahora, mucho menos hacia donde vamos, pero quienes lo hacen suelen obtener variopintos resultados en función de las contribuciones con las que ha entregado a todo lo que nos rodea. Si, pues no vivmos aislados en medio de una naturaleza donde todo lo que ocurre a su alrededor está pleno de vida. No solo las personas, también las plantas, los minerales, los elementos todos que nos circundan...
Así pues y en esta previa que nos ofreces con la presente entrada, diría que has volcado sobre la persona que centra tu vida, todo el amor del que eres capaz de dar, con esa proverbial generosidad que te acompaña y yo, que adivino que extiendes tu manto sobre todas las personas que en mayor o menor medida te acompañamos en tu peregrinar, agradezco las muestras de amistad que nos dedicas y me siento altamente emocionado por esas inmerecidas observaciones con las que nos favoreces.
Estoy muy feliz y agradecido con tu amistad.
Yo también me siento agradecida y feliz con tu amistad, porque eres de esos amigos que saben ser y estar además de que nunca fallan.
Hago mía tu siempre segura cita, con respecto a la amistad. "Al amigo le doy todo, porque no me pide nada".
Petons a raudales para un amigo que derrocha generosidad, firmeza y coherencia, en definitiva, sabiduría humana. Porque lo mucho que he aprendido y aprendo con tus sencillos y naturales pensamientos, no tiene otro precio que valga.
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