Aznar y Rouco, el
dúo dinámico
Rouco Varela, con menos pelo pero compañero de Aznar en sus galas malsonantes, tampoco desea quedarse atrás y ha recomendado reconciliación y solidaridad frente al revanchismo de la Memoria Histórica. Este cantarín purpurado, hijo putativo de los que brazo en alto cobijaban al dictador asesino bajo palio o los que le suministraban el brazo incorrupto de Santa Teresa para que las tétricas pesadillas del general golpista no le impidieran dormir, mientras predica el caritativo olvido, apadrina afanosamente y con auténtico entusiasmo la beatificación de quinientas personas que murieron en la Guerra Civil. Aunque ninguna de ellos, claro está, se encuentra entre las decenas de miles que todavía esperan en las cunetas de nuestro país con el cráneo agujereado por el tiro de gracia. Gracia de Dios, naturalmente.
Por si faltara algo, el arzobispo de Toledo Antonio Cañizares, otro que también podría agregarse a la troupe veraniega como corista o corifeo ya que méritos no le faltan, arremete contra los sacrílegos socialistas (progres de pacotilla o algo así nos llamó Aznar, que no damos abasto) incapaces de reconocer las bondades de sor Maravillas, esa santa canonizada por el mismísimo Papa Juan Pablo II y cuyo principal milagro para merecer tamaño honor postrero fue enfrentarse a los malvados republicanos que pretendían volar el monumento madrileño del Sagrado Corazón de Jesús. O resucitar a un niño de seis años que se ahogó en una balsa de agua putrefacta y volvió a la vida una vez que su mamá, devota de la sor, se encomendase a la santa madre priora, María Maravillas Pidal para los amigos.

Las palabras de Aznar arremetiendo contra su heredero Rajoy han hecho recapacitar al líder de la derecha española y ha decidido, por fin, dos cosas: la primera, ordenar a los suyos que nadie ose replicar las palabras de ánimo que le dedica el presidente de la FAES ya que el horno no está para bollos. La segunda, que también tiene su miga y está plenamente justificada por la anterior decisión, ha sido la de adoptar plenamente el ideario de la Santa de las Maravillas, maravillosa representante y símbolo del integrismo católico que nos inunda ya que la susodicha encabezó una escisión de las Carmelitas como reacción (nunca mejor dicho) al Concilio Vaticano II. Y, en estas fechas contra la violencia de género, memorable autora de una guía era que indicaba, nada más y nada menos: "Déjate mandar, déjate sujetar y despreciar. Y serás perfecta", perfecto en el caso de don Mariano. Sor Maravillas fue beatificada en 1998 y hecha santa en 2003, mientras tanto, Rajoy sigue a la espera tras sus continuas derrotas y los amables comentarios que le dedica el ala más ultra de su partido, aunque, como buen gallego, no desespera. Sinceramente, creo que el hombre se lo merece. La santificación.
(*) Emilio Soler es profesor de Historia Moderna de la Universidad de Alicante.
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