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Hoy y tras cuatro o cinco años después, he comprobado por la noticia aparecida en la prensa local, que lo que fue un buen propósito, entonces, ha pasado a la sospecha de que todo fue una excusa y carencia absoluta de voluntad en cumplir con la ley; ya se sabe que un padre es quien enseña a su hijo, en este caso el padre sanidad ha mentido como un bellaco. La anunciada accesibilidad con la construcción de una rampa en la puerta al trasfondo del edificio recayente al paseo de Campoamor cumple aparentemente su cometido y una vez en la planta baja, no se puede acceder en silla de ruedas ni a los servicios que son realmente imprescindibles para este centro, ni el ascensor cumple de forma mínima con las medidas, simplemente es imposible, ni aún con la silla más estrecha del mercado poder acceder a la segunda planta, donde existen unas ventanillas abiertas al público que necesita la confirmación de unas recetas por la supervisión de la inspección médica correspondiente.
Seguramente sería un tiralevitas quién me tropecé frente por frente en aquella ocasión, hoy y tras haber pasado muchos años desde entonces, todo sigue igual para vergüenza de una institución que debiera ser la primera en predicar con el ejemplo.
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