Aminatou Haidar y los intereses
Es un mal chiste que la oferta de Moratinos para solucionar la huelga de hambre de Aminatou Haidar sea conceder a la activista saharaui la nacionalidad española. Qué detalle devolverle lo que es suyo. Aminatou, como todos los saharauis de su edad, nació bajo la sacrosanta rojigualda; sus padres hasta tuvieron DNI. El Sahara era entonces una provincia más, con dos procuradores en las cortes franquistas; y sólo el cobarde comportamiento de una dictadura agonizante, y de todos los gobiernos democráticos que han venido después, ha permitido que esos ciudadanos españoles quedasen huérfanos de la perra madre patria. Fue la maldición de la colonia por partida doble: los saharauis eran lo bastante españoles como para trabajar en las minas de fosfatos, pero no lo suficiente como para defenderlos cuando la aviación de Hassan II los bombardeaba con napalm, o cuando sus líderes, como la propia Aminatou, eran torturados en cárceles marroquíes; una represión que aún hoy perdura.
En circunstancias así, prefiero la sinceridad, aunque sea fea. Habla el Defensor del Pueblo, honestidad brutal: “El Gobierno tiene que defender los intereses generales de España, que no se pueden subordinar a nada, ni a querencias ni a exigencias individuales, por muy legítimas que sean”, dice Enrique Múgica. Analicen la frase, relean la descarnada afirmación, porque resume muy bien la hipócrita postura de nuestra diplomacia. Nadie duda de la legitimidad de las reivindicaciones saharauis, ni siquiera Múgica; ni siquiera la ONU, que aún mantiene el Sahara entre los territorios pendientes de descolonizar. Pero por delante de las personas, de los derechos humanos o de esa incómoda memoria histórica, siempre estarán los intereses de esa España grande y libre. ¿Queda claro?
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