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Si no salvo mis ideales, no me salvo a mi.







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jueves, enero 20, 2011

Artículo de opinión

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La dignidad de la política versus el lenguaje indigno de algunos políticos



20 ENE 2011 13:05

Siempre he defendido la dignidad de la política como el mejor instrumento que tenemos para cambiar las cosas. La democracia, las urnas, el ejercicio de la representación es el mejor medio que tiene la gente, aquella que cambia de canal cuando sale la información sobre los mercados de valores porque sólo les afecta los rendimientos de su trabajo, toda esta gente sólo tenemos las urnas para transformar, para fiscalizar el poder, para socializarlo.

Sin la política, las personas sólo trabajarían para los mercados y la actividad de los mercados nunca redundaría en el bienestar de los ciudadanos.

Un ejemplo, el más reciente, de la política al servicio de la dignificación de la vida de las personas es la Estrategia Europea para las personas con discapacidad presentada en el Parlamento Europeo el pasado 13 de Enero.

En Europa hay más de 80 millones de personas con algún grado de discapacidad, uno de cada seis ciudadanos de la Unión. Personas que vienen teniendo grandes desigualdades, en sus distintos Estados, en las oportunidades de sus conciudadanos que no sufren ningún tipo de discapacidad pero también, personas que vienen sufriendo desigualdad de oportunidades, dentro de la Unión Europea, con otros ciudadanos en su misma situación en función de los esfuerzos que hayan sido capaces de realizar los distintos gobiernos. Por eso es importantísimo este intento de homologar los esfuerzos públicos en esta materia.

Esta estrategia, que supone el primer esfuerzo comunitario ambicioso en este sentido, pone en la primera línea de la acción pública las cuestiones de accesibilidad, la supresión de las barreras arquitectónicas y virtuales (sólo el 5% de las páginas webs en Europa cumplen con los requisitos de accesibilidad), el acceso y la promoción al empleo de las personas con discapacidad (cuyos índices de pobreza son un 70% superior a la media, previsiblemente por sus dificultades a la hora de acceder al empleo), la igualdad de oportunidades, el derecho a la formación.

Pero ésta no ha sido la única iniciativa digna de mención. El 2010 fue el primer año de una medida apoyada, prometida por los socialistas en la última campaña electoral, e impulsada por el Parlamento Europeo: la Capitalidad Europea de la Accesibilidad que pretende, al igual que pasa con la Cultura, que las ciudades europeas compitan en las mejores condiciones y en la calidad de vida de sus ciudadanos.

He de reconocer que, cuando me encuentro en un debate parlamentario, no me deja de conmover escuchar, a gentes de distintos países e ideologías, hablar del ejemplo de España en estas políticas. Se debe, sin ninguna duda, al esfuerzo del Gobierno de Zapatero que, con leyes como la ley de dependencia, la del lenguaje de signos o el nuevo código técnico de la edificación, han hecho de nuestro país un país más digno para las personas con discapacidad y un ejemplo para el conjunto de los Europeos.

Acciones como ésta dignifican la política como servicio público aunque ésta hoy se encuentra herida por las dificultades extremas de esta crisis económica (la más global y dura de nuestra historia) y por sus consecuencias para el conjunto de los ciudadanos.

Por estos motivos, no favorece a la credibilidad del conjunto de las personas que nos dedicamos al servicio público, declaraciones como las que, la semana pasada, realizaba Jaime Mayor Oreja. El eurodiputado 'popular', de la misma generación y escuela que Mariano Rajoy, vino a afirmar que los políticos caían en la corrupción por la falta de expectativas de permanencia en la vida pública y porque se hacían la pregunta sobre por qué los terceros se iban a enriquecer y ellos no.

Me sorprende que esta declaración haya pasado más o menos desapercibida. Es indigna. Es brutal. Y sobre todo, no corresponde a la realidad. Toda persona que piense así y de una forma más o menos velada llegue a justificar o a comprender a los corruptos, debe estar fuera de la vida política.

Soy joven y, como tal, al igual que muchos jóvenes de mi partido y de otros partidos, al igual que la inmensa mayoría de las personas que estamos en política de todas las ideologías, sólo pensamos –desde nuestras distintas ideas- en trabajar por construir, por aportar nuestro granito de arena en aras a una sociedad mejor. Estar en política es una oportunidad para ello.

Las declaraciones del otro día de Mayor Oreja son indignas desde el punto de vista generacional y político. Algo incomprensible a no ser que sigan creyendo que, con la pérdida de credibilidad de lo público, algunos obtienen un mayor rédito electoral. En cualquier caso, no deja de ser escalofriante.

 


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