¿Menuda desfachatez! ¿Qué poca vergüenza! De mala educación, de falta de civismo y de otras muchas características semejantes hay que calificar a la persona que colocó ese vehículo en plena calle Ollerías el Domingo de Ramos.
Durante cerca de una hora, le impidió el paso al capuchinero trono del Prendimiento, produciendo un desbarajuste horario que confundió y despertó la ira de los presentes. Lo que en años anteriores no habían logrado las inclemencias del tiempo, casi lo consigue esta vez un vulgar desaprensivo.
Una sola persona puso el corazón de muchas en un puño. Menos mal que los fornidos hombres de trono resolvieron el amargo trance.
Todo lo contrario le sucede a una persona en silla de ruedas cuando se encuentra ante un vehículo, u otro obstáculo, que cierra su camino.
En general despierta la pasividad de los viandantes, no suele haber policía y tampoco un grupo dispuesto a abrirle la vía pública. La persona que deambula en silla de ruedas tiene varias opciones: dar un rodeo para ver si existe alguna alternativa, esperar pacientemente a que alguien retire el auto, levantarse y andar, volver a casa. Sin tener en cuenta el chascarrillo, que al menos lo ocurrido al Prendimiento conciencie a quienes ignoran a las personas con movilidad reducida.
César Giménez Sánchez
Málaga
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