Unos meamos de pie, otros sentados. Las distintas posturas miccionadoras hace unos años determinaban el sexo de quien meaba. Sin embargo, hoy en día se mea indistintamente sentado o de pie, séase mujer u hombre. Es más, cada uno mea como puede. La cuestión está en que en esta sociedad de libertades que vivimos cada cual elige por su propia voluntad. Ese es el pensamiento general, pero yo digo que eso es una falacia. Rotundamente afirmo que todos NO meamos igual. Me explico, los instrumentos meantes son los mismos para todos, pero las circunstancias meadoras, no. Los que usamos una silla de ruedas para circular por el mundo somos unos meones diferentes. También en esto somos diversos y estamos discriminados. Me explicaré.
Analicemos situaciones dadas a mear.
a) En un restaurante: Si estoy en un restaurante, comiendo y cenando, continuamente observo un ir y venir por su propio pie de hombres y mujeres al baño. Regresan con cara plena de felicidad, lo cual me hace presuponer que han tenido una meada adecuada, sin urgencias, sin inconveniente ninguno. Lo que no podría adivinar es si han meado sentados o de pie (tampoco me importa demasiado). Jamás he oído a ninguno de ellos –los que andan- protestar al camarero y/o dueño del local porque no han podido liberar su vejiga. Vuelven y… “Otra cerveza, camarero”.
Joder. ¿Y yo que hago? Ya me han informado que imposible entrar en el baño con la silla. De pie, más imposible aún. Así que… nada de cerveza, nada de agua. Y aguanta, cabrón. Si no, haberte quedado en tu casa. ¿Quién eres tú para entrar en un restaurante y encima querer mear?. ¡Vamos! Ni legislación anti-barreras arquitectónicas, ni LIONDAUs, ni Convenciones de la ONU sobre tus derechos. No meas y a callar, ¿vale?.
Por cierto, gracias a Eduardo –dueño de Restaurarnte Castillo- que sin que nadie le obligue sigue haciendo cosas encaminadas a tener baños accesibles. Y ya lo ha conseguido. Enhorabuena, amigo.
b) En casa de un familiar o amigo: De entrada, ya es difícil entrar en casa de los familiares o los amigos, pero si lo consigo y encima pretendo mear cuando tenga ganas, como hace todo el mundo, puede que se me tache hasta de impertinente. Imposible entrar al baño. Las puertas son demasiado estrechas, porque se aprovechan al máximo los espacios, que hay que sacarle rentabilidad a la especulación del suelo y que los pelotazos sean pelotazos de verdad. “Toma el orinal y meas en el pasillo”. Algo es algo. Al menos, cuando vuelvas al comedor con todos podrás decir aquello de “otra cervecita, por favor”. ¡No te quejes tanto!
c) En el tren: Uff con Adif y Renfe hemos topado. Si quieres mear antes de subir al vagón, busca a la señora de la limpieza, que ella tiene la llave de la puerta que te permite entrar al baño. Si la encuentras es que hoy te has levantado con estrella. Si no la encuentras, no pasa nada, es lo que suele ocurrirte cuando quieres viajar en tren. Sé constante. Los buenos siempre ganan al final. Pero si no meas en la estación, lo tienes claro para mear en el tren. Ni lo sueñes. Mienten como cosacos esta gentuza. Te venden el billete diciendo que el tren cuenta con baño accesible y resulta que es una trola de cojones. Mear en la vía tampoco puedo. Así que a ver qué hago. A nadie más que a mi le importa un carajo si subo al tren meado o no –aunque sea en los pantalones-, con ganas o no. ¡Bravo! La señora de la limpieza y… ¡Coño que se va el tren! Al menos viajaré aliviado.
d) En un hospital: Aquí solamente suele haber un problema. Descubrir dónde (en qué edificio, planta o servicio) del gigantesco hospital se ubican los 2 ó 3 baños medio accesibles que existen. A veces te mandan a una esquina pero se han equivocado y está en la otra. Pero si te entra la urgencia no vayas a Urgencias, que allí casi nunca se mea.
e) En la calle: Mi recomendación es localizar inmediatamente en cualquier ciudad El Corte Inglés. En esos almacenes es que tienen de todo, hasta baños accesibles. Es una delicia. La putada es que no abren más que unos pocos domingos y festivos al año, así que ojo con los días que decides salir a la calle.
Si te dan las ganas y no hay Corte Inglés, empieza a buscar baño al primer síntoma, porque de lo contrario corres el riesgo de ahogar tus calzoncillos con el líquido elemento. Suele pasar –cuando tienes fortuna y encuentras ese ansiado baño accesible- que esté ocupado y tengas que esperar. Pero no ocupado por una persona, sino por un conglomerado de trastos, cajones con botellas vacías, la bicicleta del niño, las sombrillas de la terraza de verano o vete tú a saber qué cosas más. “Es que nadie nos pide entrar. Desde que abrimos eres tú el primero”. Pones cara de santo y les haces creer que te sientes con mala conciencia por la situación creada, cuando realmente haces un recordatorio completo a todos sus antepasados y contemporáneos, vivos o muertos, lo mismo me da, pero rapidito… que quiero mear.
f) Otros: Cines, teatros, ayuntamientos, oficinas de correos, etc. ¡Oye! No jodas que también vas a querer mear ahí. Mira que tienes floja la cuerda. A esos sitios se va a lo que se va y meadito de casa.
Para terminar, y para que no sea monográfico el tema, me referiré someramente al cagar. Pero solo para cagarme en todas aquellas situaciones y/o personas que ligeramente y sin sentido de justicia e igualdad me impiden mear cuándo, cómo y dónde necesite, aunque sea sentado.
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