Por Leonte Brea
A Humberto, José Eduardo y
Rossina Brea
La persecución intrigante sólo se había ubicado en el campo político como un modelo de la lucha por el poder. Caracterizado, además de la carencia de escrúpulo del intrigante, por su ambición desmedida, envidia, la astucia y cualquier forma de enmascaramiento para conseguir un propósito. Parecía que este era su único hábitat. De repente la sociedad, además de sorprendida, quedó consternada con la aparición de fenómenos muy parecidos en áreas aparentemente alejadas del quehacer político como son las escuelas, las academias, las residencias médicas y las organizaciones laborales.
A este fenómeno de hostigamiento intrigante Heinz Leymann lo denominó mobbing, por encontrar cierto parecido con la tendencia, identificada por Konrad Lorenz, de ciertos pájaros pequeños a agruparse para atacar de manera masiva y tenaz a uno más fuerte hasta que éste sucumbiera.
Algunos autores entienden que este préstamo conceptual –de la etología a la psicología– no ha sido el más feliz, debido a que Lorenz lo relaciona con conductas defensivas, mientras Leymann lo asocia con la agresión. Otros especialistas han separado el acoso escolar del laboral llamando al primero bullyng, el cual se manifiesta entre un acosado y sus compañeros escolares. El ataque es generalmente psicológico, aunque, y en esto se diferencia del segundo, no se descarta la violencia física.
Afirmamos que el fenómeno es tan viejo como la humanidad misma, que lo único novedoso es su revelación relativamente reciente, incremento, su penalización en algunos países y el impacto conmovedor que causó en la opinión pública los suicidios reciente de dos niños producto del acoso escolar. En definitiva, el mobbing ha sido definido por Leymann como la situación donde una persona o grupo ejerce una violencia psicológica persistente contra otra con miras a cortarle las redes de comunicación, desacreditarla y obstruir su desempeño laboral con el propósito de que ésta termine desprestigiada, diezmada psicológicamente y abandonando su lugar de trabajo.
Entre los componentes de este proceso cabe señalar:1) La mentira y su empleo sistemático como se advierte en la desinformación, la cual incluye rumores maliciosos, chismes y habladurías; 2) Las pequeñas verdades, pseudos concreciones, sobre las cuales se construyen las grandes mentiras justificantes de los acosos intrigantes; 3) El descrédito por ineptitud, la trivialización y ridiculización del acosado a fin de que nadie lo tome en serio o lo defienda; 4) La calificación de rebelde o conflictivo para inhibirlo, puesto que estas rotulaciones funcionan como un círculo vicioso: si se defiende justifica tal calificativo, pero si no lo hace se refuerza el hostigamiento; 5) El uso de la exclusión, el silencio y la ruptura de las redes de comunicación para que la víctima se sienta indefensa, sola, con miedo y abandonada; y 6) La envidia, la personalidad del acosador y del perseguido, y cierta legitimación institucional de esta forma de violencia.
Pero, cuáles factores han desencadenado la corriente de intriga persecutoria que recorre el mundo en estos momentos. Creemos, con Lowen y Piñuel, que la emergencia de una cultura altamente competitiva, espectacular, individualista, favorecedora de la imagen aparencial más que de la esencia, tiene mucho que ver con el moldeamiento de la personalidad narcisista, la cual, por sus rasgos preponderantes, tiende a provocar la mayoría de los mobbing en las organizaciones. Y es que los narcisistas son proclives a construirse imágenes gloriosas de sí mismos para compensar sus déficit psicológicos y para competir en la sociedad espectacular. Estas personas precisan, pues, que su entorno les devuelva, como si fuera un espejo, sus imágenes idealizadas. Cuando esto no ocurre, ya sea porque algún miembro del grupo exhibe algún rasgo relevante que el narcisista no posee o porque no muestra una sumisión absoluta a sus designios, el narcisista queda destrozado emocionalmente al quebrarse el espejo social que le devolvía su imagen heroica. Por eso, quien posee el rasgo del que carece el narcisista es perseguido, no por lo que hace, como sostiene Piñuel, sino por lo que éste representa para su acosador. Esto explica la importancia de la envida, producto de la comparación desventajosa del narcisista con su victima potencial, en los procesos persecutorios.
Nosotros no aceptamos, sin embargo, que toda intriga persecutoria es causada por la envidia sentida por un narcisista producto de una comparación desventajosa. Creemos que los sujetos con personalidades autoritarias, que aman al fuerte y desprecian a los débiles, son importantes protagonistas en muchos de estos dramas.
Lo mismo pensamos de algunos resentidos que tienden a ser implacables con las personas que caen dentro de la clase de aquellos que lo perjudicaron injustamente en algún momento de su vida. Igual pensamos de ciertos escenarios sociales que incitan a sus miembros a perseguir a victimas inocentes. Muchos se suman a estas batidas por temor a ser castigados en caso de que se apartaran de la dinámica grupal; otros porque estas cacerías funcionan como un ritual catártico para el grupo, razón por la cual algunos tratadistas asumen que toda intriga persecutoria es recurrente, ya que tiende a reemplazar a las victimas sacrificadas por otras nuevas en una especie de retorno infinito a lo de siempre.
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