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Si no salvo mis ideales, no me salvo a mi.







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sábado, abril 21, 2012

ACOSO POLÍTICO E INSTITUCIONAL SOCIOPÁTICO.

El sociópata es ese individuo verdaderamente absorbido en sí mismo sin conciencia ni sentimiento alguno hacia los demás y para quién las reglas sociales no tienen ningún significado. Yo creo que la gran mayoría de nosotros conoce o ha estado en contacto con individuos sociopáticos sin siquiera saberlo. [Wendy Koenigsmann]

ACOSO POLÍTICO E INSTITUCIONAL SOCIOPÁTICO.

Por Mª Ángeles Sierra

La actual situación política e institucional de nuestro país, al menos para mí, no deja de ser altísimamente preocupante. Tanto es así, que a pesar de mi fuerte carácter forjado a través de muchos años de soportabilidad de insoportables injusticias tanto en mi entorno de conocimiento como en mis propias carnes, empiezan a parecerme menudencias irrisorias si las comparo con ese pozo negro y sin salida en el que con tanto descaro y a la vez tan sibilinamente nos están arrojando.

Acostumbro, como imagino muchos ciudadanos acostumbramos, a tomarme los vaivenes de la vida con una gran dosis de sentido del humor, mientras siento que no todo está perdido y es posible seguir construyendo y caminando. Pero en esta ocasión, hasta mis terapéuticas reservas humorísticas se están terminando, entre otras cosas porque el camino a recorrer, o esa cosa llamada futuro, no lo percibo tan claro.

Otras veces, la rabia ante las injusticias que detecto desde mi análisis y racionalización de determinados acontecimientos es tal, que me siento en disponibilidad de crecerme emocionalmente y arremeter desde lo más profundo del alma a través de la acción que convenga y de la palabra, contra todo aquello que nos amenaza, sin perder para ello de vista mis derechos y obligaciones.

Pero esta vez es distinto y creo que a muchos más como yo, ciudadanos de bien, solidarios, desinteresados, buscadores de la verdad, de la armonía y desarrollo social; amigos del equilibrio, de la justicia y del reparto; defensores de la libertad y de la dignidad humana como bienes más preciados, también les está pasando. Y es que ante tanta ignominia y ante tan inesperado y brutal acoso político, económico y mediático, nos estamos agotando.

Los gobiernos tumban las naciones y nosotros somos los perseguidos, los acusados, los divididos, los expoliados, los finalmente castigados en todas las dimensiones por sus consecutivos, evitables, negligentes y crueles errores, que no podrán perdonar ni su Dios ni nuestra historia.

Aunque sin nosotros, no son nada, se han convertido en nuestros dueños, sirviéndose para ello unas veces de nuestra condescendencia y las más de nuestra ignorancia.

Hablan, dirigen y ordenan en nuestro nombre y sin nuestro consentimiento, como si los ciudadanos fuésemos menores tutelados incapaces de participar de una forma activa soberana en la toma de nuestras propias decisiones, mientras nos van imponiendo, tasas, repagos, recortes, desahucios, congelaciones salariales; pérdida de derechos laborales, sanitarios y sociales; obediencia y pensamientos limitados, todo en nombre de la imposición del pago de unas deudas externas primeramente inventadas, que finalmente, sí crearon, en definitiva, porque nuestro nada respetable sistema, ese que visten de democrático, se ha convertido a través del siempre denunciable y despreciable acoso, en imperdonable tirano.

Frivolizan con nuestro dolor y sufrimiento, nos burlan sin importarles habernos robado hasta la mínima consolación que es la esperanza, mientras traicionan sus propia dignidad humana al demostrarnos que no son los mismos dependiendo de su posición ante su propia palabra, con lo que a mí ya me ha quedado claro que su persistente y tenaz acoso ciudadano, ese que vienen ejerciendo desde los poderes del Estado es además el clarísimo y evidente síntoma de un diagnóstico sociopático perverso e incurable, del que cuanto antes, por nuestra propia supervivencia y para no contaminarnos, habremos de liberarnos.

Vientos del pueblo me llevan,

vientos del pueblo me arrastran,

me esparcen el corazón

y me aventan la garganta.

 

¿Quién habló de echar un yugo

sobre el cuello de esta raza?

¿Quién ha puesto al huracán

jamás ni yugos ni trabas,

ni quien el rayo detuvo

prisionero en una jaula?

(Miguel Hernández)

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