Diario Información. Cartas de los lectores.
Antonio Ortuño Escarabajal
Hace un tiempo escuché de la boca de la presidenta de una asociación de madres y padres de un colegio público y ¡presidenta además de las mujeres progresistas!, negarse a solicitar un fisioterapeuta para niños con necesidades educativas especiales ya que, palabras textuales, «se nos va a llenar el colegio de niños de éstos». Aquella vez me quedé con las ganas de preguntar: ¿y qué?, ¿cuál es el problema? ¿A qué se tiene miedo? Desde entonces, cada vez que ocurre algún episodio de discriminación no puedo evitar recordar aquel suceso; ahora es el problema del pañuelo islámico, el hiyad.
Soy profesor de Secundaria, y a parte de las asignaturas propias de cada curso, existen los llamados temas transversales, temas que se deben tocar desde cualquier materia. Así, por ejemplo, tenemos: educación para la paz, de igualdad de oportunidades entre sexos y educación cívica y moral entre otras. Son asignaturas basadas en los tres pilares fundamentales de la educación: la no violencia, la igualdad y la libertad, asignaturas en las que hay que convencer, no imponer. En cualquier centro de Secundaria los docentes, como funcionarios que somos, tenemos la obligación de educar y enseñar en la no discriminación, tratando de evitar brotes de racismo en las aulas y que nuestros alumnos se comporten como ciudadanos cuando convivan en la calle. Pero nuestro trabajo cada vez es más difícil; nuestros estudiantes salen del instituto, oyen a sus vecinos, escuchan comentarios en algunos canales de radio y televisión, algunas tertulias políticas y vuelven de nuevo a los centros educativos con las pilas xenófobas completamente cargadas, por lo que los docentes tenemos que empezar de nuevo. Es entonces cuando me doy cuenta, y creo que no descubro nada nuevo, de que no sólo intentamos educar a un adolescente, sino que combatimos contra un sentimiento latente de xenofobia que toda sociedad lleva dentro y que, amparados en las masas, brota espontáneamente aunque nos creamos la más demócrata de las sociedades.
El saber que los niños anteriormente mencionados, a pesar de la triste oposición de una parte de la comunidad educativa, tienen un fisioterapeuta, su aula específica, están plenamente integrados en el colegio y han dejado de ser los raros, es lo que me da alas y esperanza de que todavía es posible transmitir a nuestros alumnos, cimientos de las sociedades futuras, que la total integración es posible y siempre que no pisen la libertad de sus vecinos da igual qué seas, cómo seas, qué llevas o qué piensas, todos tenemos cabida en este mundo, por mucho que algunos se empeñen en colocarle el derecho de admisión.
Fuente: Plataforma en defensa de la Ley de Dependencia Alicante
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