Por Manuel Rodriguez Vagabundo tras la libertad
Esta tarde, comprando unas cosas tropecé, sin yo quererlo con los padres de una niña que había compartido con mi hija juegos, recreos y algún que otro momento de ilusión y amistad en su día. Una niña que sin saberlo, le canalizaron la idea de que no era conveniente seguir jugando con mi hija. Una niña modelo, como mi hija, tranquila, de mirada serena y apacible que un mal día, al cruzarnos en la salida del colegio ví como esa mirada limpia y noble había pasado a ser temerosa y asustadiza sin motivo para tal transformación. Mi hija por aquel entonces ya me había comunicado ciertos cambios en la actitud de su antigua amiga. Eran los días en que el sistemático acoso, desprecio, aislamiento y desprestigio estaban en su momento más álgido. Ante ciertos acontecimientos no dudé días después en charlar con los padres que no queriendo ser honestos intentaron decir que no había pasado nada, sólo que creían no conveniente que su hija jugase sólo con mi hija, a pesar de que ya me indicaron a pregunta mía que habían escuchado ciertas rumorologías. El caso es que días después y ya sin contar para nada con mi hija, esta niña llamó a casa por última vez. Ante tan poca picardía por parte de la niña y evidentemente siendo usada por ciertos denominados adultos, nada más colgar mi hija el teléfono la niña en cuestión preguntó directamente si un niño, excompañero de Silvia e hijo de unos pseudoamigos míos le había molestado. Quedaba así patente la última intercomunicación con Silvia y la información que relajaba a la madre de ese niño, amiga de la madre de quien llamaba y, como digo, ex amiga mía; mejor dicho pseudoamiga. Pude comprobar una vez más como el puzzle de las situaciones que nos da la vida reune, completa y pone las piezas en su sitio. Ahora entendía de algún modo cómo hay gente que se siente avergonzada de tener familiares con problemas diversos; en este caso tener casi escondida a una hermana con síndrome de Down. Indudablemente hablo de falsas amistades que las circunstancias de la vida aclaran y ponen en evidencia.
Como relataba al principio, me tropecé con estos padres; luego la niña que iba con ellos al ver a mi hija y a mí nos evitó y dió un rodeo. Mi hija, aunque parca en palabras, enseguida interpretó la situación y su cara reflejó de nuevo la tristeza que inunda a un ser que lejos de hacer daño a nadie no entendía por qué esa exclusión, esa distancia sin causa alguna.
Tuve que animarla finalmente cuando llegamos a casa y me confesó la situación.
- No te preocupes, estas cosas por ingratas las tiramos al agua, hija - le expresaba mientras la abrazaba.
- No te entiendo papá - me decía.
- No te preocupes. El tiempo te enseñará y te aliviará. Por el momento abrázame. -
DIME, ¿QUÉ TIRAS AL AGUA? (ALBERTO CORTEZ)
Dime, ¿qué tiras al agua?.
Un público desconsuelo
y una secreta esperanza.
Lágrimas que no son mías,
recuerdos y madrugadas;
remordimientos antiguos,
palabras..., muchas palabras
que por dichas, no conviene
recordarlas...
Y tú, ¿qué tiras al agua?.
Trabajos mal terminados,
canciones inacabadas,
nombres de malos amigos,
dudas y dos o tres cartas
malamente concebidas
y escritas en hora mala...
Dime, ¿qué tiras al agua?.
Silencios, muchos silencios,
desgracias, muchas desgracias,
desabridas actitudes,
iras injustificadas,
tiempo inútil perdido,
deudas que nunca se pagan,
tristezas no comprendidas,
hambres, miserias humanas,
vergüenzas inconfesables,
limosnas no confesadas,
consejos paternalistas,
éxodos de casa en casa,
y una desconsoladora sensación
dentro del alma.
Y tú, ¿qué tiras al agua?.
Desatinos, desacuerdos,
mentiras innecesarias,
traiciones no cometidas,
promesas no consumadas,
falsos credos, diferencias,
hipócritas alabanzas,
prejuicios imperdonables,
conclusiones temerarias,
resentimientos oscuros,
frases desafortunadas.
Mi vida, mi vida entera,
¡mira cómo se la lleva el agua!.
PD: Aunque no creo en la casuística, me animé a incluir este precioso poema de Alberto Cortez, tras leer otro poema de este excelente cantautor y persona en el blog de Balovega.
Fuente Vagabundo tras la libertad
2 comentarios:
A veces voy como volada por la vida por el cúmulo de cosas que brotan en mi día a dia, a los que tengo que hacer frente y me pierdo la posibilidad de ver, de sentir, de comprender y de solidarizarme con situaciones como la que nos narras tan emotivamente.
Sin duda Silvia aprenderá de tu mano a tirar al agua todo ese mundo de incomprensión y de discriminación que la está tocando sufrir sin merecerlo, en este falso e hipócrita mundo en que nos movemos.
Un fuerte abrazo a los tres.
Gracias, María. Se siente tu compañía y afecto
Un abrazo.
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