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Si no salvo mis ideales, no me salvo a mi.







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miércoles, abril 28, 2010

La memoria histórica y Samaranch

 

JOSEP-MAR IA Terricabras

Dos años después de la muerte de Franco, se aprobó en España una ley de amnistía. Han tenido que pasar 30 años para que por fin se aprobara una ley para la memoria histórica, ley que no solo ha llegado tarde, sino que es tímida y decepcionante. En realidad, la mayor parte de los políticos españoles tienen mala memoria, muy mala memoria histórica. Solo así se explica que justo ahora se estén retirando centenares de símbolos franquistas de los espacios públicos de buena parte de España, o que Falange Española pueda presentar una querella contra un juez que quería juzgar los crímenes del franquismo.


Algunos dicen que esta mala memoria es buena, porque ha ayudado a realizar una transición sin sangre. En realidad, en la transición hubo sangre y muertos, prácticamente todos del mismo lado de los muertos por Franco. La amnistía perdonó a los presos políticos inocentes, pero principalmente sirvió para que el régimen franquista, en bloque, se perdonara a sí mismo. Así, con la amnistía, muchos franquistas pudieron seguir mandando, sin que nadie les pudiese reprochar nada de un pasado borrado. Porque, mientras, por favor no hablemos de ello, no recordemos nada, dejemos a las víctimas en las fosas, no removamos recuerdos que aún incomodarían a los protagonistas de la dictadura, pobrecitos.


Pero la farsa se ha convertido en esperpento en la muerte del marqués de Samaranch, fascista ilustre, de camisa azul y brazo en alto cuando ya bien pocos lo levantaban. Yo sí tengo memoria y recuerdo las palabras conmovidas de Samaranch en la juventud, elogiando a Franco tras su muerte, porque era para todos un modelo, un ejemplo. El mismo que trajo los Juegos a Barcelona es quien introdujo una cláusula en los estatutos del COI para que la Catalunya autónoma no pudiera ser miembro de él. Dejo de lado ahora los negocios del COI y la deshonestidad de muchos de sus miembros bajo su larguísima presidencia.

Que descanse en paz, como todo el mundo. Pero no en el Saló de Sant Jordi del Palau de la Generalitat. ¿Yo tengo que olvidar su pasado fascista que él nunca quiso reconocer? Quizá no era tan pasado.

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