Por Manuel Rodriguez
De todos es sabido que el aprendizaje más efectivo, el más enraizado y con mejores expectativas de no ser nunca olvidado es aquel que se basa en llevar a la práctica lo que se intenta enseñar, llevando esa tesis a la praxis, pues es obvio que la motivación es un arma poderosa para la implicación de cualquier aprendiz en la disciplina a enseñar. Los estímulos que conlleva la práctica promueven esa motivación y dan lugar a que cualquier mente desmotivada se implique en la interconexión neuronal que dará lugar a la ilusión, motivación e implicación en ese proceso de aprendizaje efectivo y exitoso finalmente.
Parece ser que la Consejería de Educación de la Junta de Extremadura, implicada hasta la saciedad en “motivar” a la generalidad de sus componentes ( hablo de familias, estudiantes y docentes) está realizando un “excelente papel proactivo” para que esas mentes “inmotivadas” tomen ejemplo y así se genere una “cultura idónea” y, como expresaba antes, se llegue a alcanzar un “éxito sin igual” en ese aprendizaje práctico; en este caso ningunear, acosar de un modo u otro a quienes no siguen las conductas del “rebaño” y consignas marcadas por una política represiva e involucionista, donde las constantes de esfuerzo, compromisos y consecuencias parecen ser malas señas de identidad para los “excelentes educadores sociales” mencionados; en este caso me refiero al poder político-administrativo de esta Consejería.
El mensaje es claro: No salirse jamás de la linde marcada, aunque no escrita; rumiar plácidamente y no agobiar ni intentar tomar sendas seguramente más éticas y constructivas. En caso contrario, independientemente de que el individuo pertenezca a uno u otro rebaño (estudiantes, familias, profesorado) reprimir dichos comportamientos.
La primera opción es estimular al rebaño a que sea él quien genere esa presión y el individuo sea conducido a la manada.
Si falla esa primera opción, por el bien del rebaño hay que soltar a los”perros político-administrativos intermedios”, integrados muy generalizadamente (aunque hay minorías muy concretas que no entran en esta mayoría inmensa) llámense, direcciones de colegios, vía E.O.E.P. , Inspección o similares y que enseñen los colmillos, para así mostrar a esas posibles “ovejas negras” quién tiene la “razón”, la motivación más “adecuada”. Aquí poco vale ya la lógica y la estimulación positiva de refuerzos. Hay que ser menos contemplativos y enseñar a esos “malos ejemplos” quién manda, pues es peligroso que esos canes den la impresión dubitativa de quien tiene el mando, la vara y quien conduce la manada; no vaya a ser contagioso por tanto trágala asustadizo el pensar que ellos también pueden tomar otras sendas distintas a la marcada y obligada.
Si estas dos opciones indicadas no dan lugar a una solución eficaz; son los propios pastores los que deben tomar las iniciativas conducentes a la “paz y tranquilidad social”; es decir al no pensar, dudar ni plantearse formas distintas pero más acordes con la realidad (en este caso hablamos de la educacional) no vaya a ser contraproducente. Por tanto hay que atajar esos malos ejemplos y, por ello muy peligrosos posibles “aprendizajes errados”, por lo que es vital sacrificar al “mal rumiante”, ya que implicarse en una “reeducación socioladora” es inviable, caro y sumamente peligroso para el colectivo de la manada y especialmente para los pastores conductores. La última palabra, cómo no, la tiene el “dueño de la explotación ganadera”, pero para ello no basta con taxativamente expresársela a sus “mayorales”. La última palabra nunca fue escrita, pero el silencio complaciente, cómplice y cobarde es el sinónimo de ese “señorito” que con su no negación invita al mayoral o al pastor a hacer de “matarife” con esa “oveja negra”, con ese individuo mal ejemplarizante.
Al final quizás habrá hasta fiesta consentida cual bacanal romano en forma de “caldereta” por parte del señorito, mayorales, matarife, pastores e incluso muchos rumiantes que plácidamente y domesticados por esas “tradiciones” pastan sin balar, pues no fueron ellos los sacrificados ni comidos… al menos en esta ocasión. Se contarán hasta gracias, sucesos, anécdotas y utopías del animal sacrificado y fagocitado.
Pobre idiota, querer trazar otra senda…
Mañana caerán otros borregos, sólo que esta vez no será motivado por alertas peligrosas, sino porque la manada está para eso, para satisfacer y ser rentables al señorito y a quienes intentando trepar o ejercer de perros agresivos y complacientes con el amo, como matarifes o como soldaditos voluntarios y así ganar alguna medalla levantan la mano cuando se inquieren “voluntarios comprometidos con la noble causa”, incluso presto a ser verdugos, consentidores y trágalas.
Quien haya leido “Rebelión en la granja” de George Orwell, seguramente recuerde esa especie de fábula, con nombres y apellidos. En ella se trasladaban los acontecimientos de la sociedad bolchevique leninista troskista estanilista donde cada personaje animal estaba claramente relacionado con un personaje o grupo social en esa etapa histórica rusa y sus movimientos político-sociales.
En este boceto escrito creo que pocas dudas hay de quien ostenta cada cargo, cada empleo. Mi papel en esta cínica, mísera y vergonzosa historia, donde cualquier parecido con la actualidad educativa extremeña, confirmo que es pura realidad es el de “oveja negra”; al igual que mi hija, que debe ser incluso “albina” (Léase fagocitosis-institucional.html ). Comparto mi personaje con otra “oveja” también “negra”, Mª Carmen Barbado Moncada, que como docente DECENTE y muy comprometida con su trabajo y cómo no, con sus alumnos ha luchado por un niño necesitado de unas N.E.E. y por otros con diversas problemáticas, pero que parece ser han sido muy ladradas por determinados canes y azuzados y criticados, por “pastores, mayorales y señoritos”.
Yo, al igual que Mª Carmen, desde aquí expreso a los “seductores” implicados que no voy a ser fácilmente “reconducido”; sean los canes, pastores, matarifes, mayorales o los señoritos que componen esa finca vergonzosa de desmanes, malas hierbas y forrajes polucionados.
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