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Si no salvo mis ideales, no me salvo a mi.







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martes, junio 22, 2010

ODA AL MIRLO BLANCO

Por Manuel Rodríguez

Vagabundo tras la Libertad

Ayer domingo leía accidentalmente una noticia de esas que se compran, a pesar de que en ellas no se incluye el rótulo PUBLICIDAD.

Era un supuesto retrato de un personaje famoso de nuestra escena bipartitocrática regional extremeña, donde se hablaba de las excelencias humanas, de la nobleza, la ética y deontología sin par de de ese ser casi alzado a la talla de deidad o al menos de héroe grecolatino, apoyada incluso por la otra facción partitocrática.

El periodista en cuestión se recreaba en el personaje con tal admiración que, como expresaba, más que un retrato parecía una oda a algún mitológico Dios griego, cuyo espíritu sin par, además de pío, debía ser un hermoso mirlo blanco.

Ayer mi hija me reconocía y confesaba que estaba triste porque se daba cuenta de que la inmensa mayoría de chic@s de su edad tenían un grupo o, al menos, algún/a que otr@ amig@ y yo, como había prometido muchas otras veces, no pude volver a repetirle que el tiempo le ayudará a encontrarlos y a mantenerlos, porque sinceramente ante tantos despropósitos ni siquiera al día de hoy puedo asegurarle a ella e incluso a su hermano dónde y en qué condiciones estudiarán el curso que viene, a pesar de ese acoso sufrido.

Ayer recordé hechos pasados, algunos lejanos, otros demasiados cercanos. Leía la “oda a la deidad del mirlo blanco” y mi memoria se rebelaba y asqueaba a medida que me introducía en ese artículo publicitario; en ese inmaculado vestido de plástico virtual.

Describía el periodista

“¡Quién da más … que felicita puntualmente a los padres por el nacimiento de sus hijos, contesta todas las cartas, atiende el ingente correo de su página web y confraterniza con una oposición, unos sindicatos y una patronal encantados de conocerle y de colaborar con él? En contraste con los vientos de fronda que soplan contra la clase política en otras latitudes, con las divisiones sectarias y la guerra de trincheras general, … campea sosegadamente en su tierra extremeña con una imagen pública de político honesto, trabajador, sincero, conciliador, capaz y excelente persona.”

Mis hijos nacieron antes de que esta deidad bajase de los cielos, pero puedo desmentirle al halagador periodista que firma esta oda divina que llevo esperando más de tres años contestación a mi primer escrito y el mismo tiempo que el transcurrido desde que registré varios más; el ultimo hace apenas mes y medio.

En cuanto a su imagen pública si nos atenemos a los mayoritarios poderes mediáticos extremeños así es, aunque cuando nos asomamos a los escasísimos aislados y vigilados medios autónomos e independientes la imagen se oscurece, nubla y nos redime en muchos casos de esa tela teñida de falso blanco satén.

Por lo que a mí me toca y por el breve espacio de tiempo que perdí cuando lo conocí en persona he de decir que esos calificativos usados al hablar de su imagen pública no son los más certeros ni mucho menos.

- Un político honesto no hace perder el tiempo a un padre roto por el dolor y la desesperación al verse impotente ante la tristeza, exclusión, ninguneo y desprecio hacia los derechos más elementales de una niña a la que se le ha negado una educación adecuada a sus condiciones y lejos de vejaciones, burlas y menosprecios consentidos. Un político honesto da la cara y se enfrenta si hace falta a un verdadero control de calidad interno, depurando negligencias o vicios ocultos y estableciendo soluciones.

- Un político trabajador no ningunea, mira a otro lado con desidia o se lava las manos, aduciendo que sea la justicia la que deba resolver problemas del ciudadano; más cuando hay menores en clara situación de riesgo psicológico, social y afectivo; cuya estabilidad, dignidad y formación nunca pueden ir en consonancia con las supuestas medidas rehabilitadoras que un lentísimo poder judicial pudiera aportar. Un político trabajador debe ser ante todo proactivo y no esperar que la basura asome para limpiar. Debe buscar soluciones eficaces y no dejar que una infancia quede enquistada en la exclusión, segregación y marginalidad.

- Un político sincero no es aquel que desubicado, perdido, amodorrado y falto de recursos no sabe dar respuestas a un padre abatido porque su hija perdió hace demasiado tiempo su autoestima y su alegría innata, a pesar del Síndrome de Negación generalizada de muchos responsables institucionales. Un político sincero es el que asume errores en nombre del ejecutivo y se pone manos a la obra para enderezar el entuerto y canalizar soluciones hacia el ciudadano.

- Un político conciliador no puede usar su inmenso poder para ser tan ineficaz de no proporcionar respuestas a quien se siente acosado, perseguido y reprimido, coartando incluso el derecho de información al negarse a entregar informes exhaustivos como se solicitaron, que puedan cotejarse y por tanto depurar responsabilidades. Un político conciliador no usa tonos desmesurados cuando el administrado, el que le ha suministrado y sustentado parte de sus enormes gastos, le solicita una cosa tan simple y vulgar como un recibí, tras prever lo que un absurdo encuentro depararía. Un político conciliador, en definitiva busca compromisos compartidos y tendentes a un cauce común, no a un casi ”se acabó, márchate de aquí”, cuando estupefacto pudo comprobar que algunos ciudadanos miramos de frente y no agachamos la cabeza, que luchamos por unos derechos concretos, en este caso los de una niña y que a pesar de ser “invitados” nos vemos obligados incluso a solicitar a quien nos levanta la voz en exceso que esos tonos están fuera de contexto y de situaciones, que seguramente la falta de recursos o de no haberse ni siquiera estudiado el problema planteado de lugar a esas deficitarias “conciliaciones”.

- Un político capaz es el que transmite soluciones y da fe de ellos en lugar de dejar pasar el tiempo, aún a costa de que, como antes decía, se pudra y se joda la infancia de una menor y con ella la estabilidad adecuada en el seno familiar.

- Una persona excelente es aquella que se preocupa por los demás, indaga, respeta, cuida y jamás, por activa o por pasiva, hace daño a los demás. La dejadez y de algún modo desprecio; la complicidad por ser informado y no actuar no es de excelentes personas, sino más bien de la comodidad, complacencia, cinismo e incluso cobardía de aquellos que tienen domadas y adormecidas sus conciencias a costa del desprecio, falta de compromisos serios y adecuados para con sus prójimos, esos que tanto insta la religión que algunos dicen profesar.

Aunque la oda al “mirlo blanco” tocaba muchos aspectos de ese ser idílico que, yo al menos, podría comentar, sería enormemente extenso desarrollar mis discrepancias con el texto publicitado. Quedo pues referencia del enlace para quien quiera “soñar y ser seducido” por tan noble y divino humano.

Guillermo Fernández Vara

http://www.elpais.com/articulo/reportajes/mirlo/blanco/socialista/elpepusocdmg/20100620elpdmgrep_6/Tes

Como digo, creo sinceramente poco adecuados los calificativos utilizados por ese profesional de esas bellas palabras que suscribe el artículo, lo cual no significa que el “retratado” sea todo lo contrario, sino más bien lejano al menos, respecto a mi puteada vivencia personal y la de mi hija.

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