Un famoso guerrero que volvía de batallar portando con orgullo su invicta espada en la cintura, encontró junto al camino un grupo de gente escuchando a un maestro espiritual. Se ubicó entre las personas más alejadas, y por un rato estuvo escuchando al maestro hasta que, irritado por lo que le parecía pura charlatanería, interrumpió la enseñanza bruscamente:
Lo único que tú haces es hablar! Las palabras no sirven para nada. A las palabras se las lleva el viento.
El maestro lo miró un instante, y con gran serenidad le contestó:
Sólo un necio como tú, cuya cabeza está acobardada y medio vacía por los golpes recibidos, puede decir una estupidez de ese tamaño.
El guerrero saltó como un resorte y en cuatro grandes pasos estaba frente al maestro con su espada lista para partirlo en dos:
¿Qué es lo que te has atrevido a decirme?
Oh, no te había reconocido – dijo el maestro -, pero veo en tu agilidad, destreza y valentía, a uno de los más hábiles guerreros que haya pisado nuestra tierra y te presento mis respetos.
El soldado bajó su espada, sonrió satisfecho, y volvió a ocupar su lugar entre la gente
Espero – le dijo el maestro mirándolo con una sonrisa - que en el futuro tengas más respeto por las palabras, ya que con ellas te hice venir hasta mí y te llevé al infierno de la furia, para luego calmarte y volverte a tu lugar.
Comentario
Hoy en el curso hemos leído esta historia, en ella se ve claramente la fuerza que tiene la palabra. Me ha hecho pensar como una persona que dominé el don de la palabra, puede llevar a otra por el camino el se quiere. Pero también es cierto que si una persona tiene sus ideales y sus objetivos claros es mas difícil que esa persona se deje llevar.
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