Un famoso guerrero que volvía de batallar portando con orgullo su invicta espada en la cintura, encontró junto al camino un grupo de gente escuchando a un maestro espiritual. Se ubicó entre las personas más alejadas, y por un rato estuvo escuchando al maestro hasta que, irritado por lo que le parecía pura charlatanería, interrumpió la enseñanza bruscamente:El guerrero saltó como un resorte y en cuatro grandes pasos estaba frente al maestro con su espada lista para partirlo en dos:
El soldado bajó su espada, sonrió satisfecho, y volvió a ocupar su lugar entre la gente
Comentario
Hoy en el curso hemos leído esta historia, en ella se ve claramente la fuerza que tiene la palabra. Me ha hecho pensar como una persona que dominé el don de la palabra, puede llevar a otra por el camino el se quiere. Pero también es cierto que si una persona tiene sus ideales y sus objetivos claros es mas difícil que esa persona se deje llevar.
































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