La mendicidad se ha convertido en un negocio en las calles de Marruecos. / Canariasaldia.com
Como “accesorios humanos”. Así son tratados en el mercado de la mendicidad en Marruecos los niños que alquilan, por horas o días, los profesionales en pedir limosna. En todo el reino alauí, según cifras oficiales, hay más de 500.000 vagabundos en las calles. Muchos de ellos no van por libre y “trabajan” para intermediarios que les suministran “accesorios humanos”, les alquilan las “parcelas” donde pueden pedir dinero y les protegen contra los peligros de las calles.
Les llaman los taâm y pueden tener a su cargo a varios mendigos. Con sólo cuatro o cinco, sus ganancias diarias pueden alcanzar los 700 dirhams o más (unos 62 euros). “El trabajo consiste sobre todo en encontrar un niño para alquilarlo al mendigo, cuanto mejor sea el mendigo y más pequeño el bebé, más ganancias”, explica Hicham, un joven de Casablanca que conoce el negocio a la perfección.
Los bebés son los más solicitados, pero no los únicos. “Los niños discapacitados, física o psíquicamente también son muy demandados, con ellos se pueden alcanzar buenas sumas de dinero al cabo del día”, continúa Hicham. Por un bebé se puede llegar a pagar por jornada unos 150 dirhams, el doble por un discapacitado.
Muchas familias “alquilan a diario a todos sus hijos pequeños; si la familia es numerosa sacan unos beneficios considerables, un sueldo de 300 a 400 euros al mes”. Es el mendigo el que, a través del taâm paga a la familia.
Pero el mendigo, además, debe hacerse cargo de los costes del alquiler de su parcela, donde puede sentarse o moverse para convencer al viandante de que se apiade de su situación. Las “parcelas” suelen costar unos 150 dirhams y es peligroso sobrepasar sus fronteras.
Abdelhamid Amine, de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH), advierte de los peligros de este mercado de la mendicidad profesional, pero también pide cautela. “La mayoría de la gente que pide en la calle lo hace por necesidad”, la mafia no la generan ellos, se genera en torno a ellos.
Ahmed es vendedor ambulante en el aparcamiento de la medina de Rabat y está acostumbrado a este tipo de comportamientos: “Estas personas lo único que tienen en posesión muchas veces es el miedo, que les hace presas de su protector”.
Expuestos al peligro
Niños pidiendo limosna en la calle. / Canariasaldia.com
"Pasan el día expuestos a la lluvia y al frío, o a un sol inclemente, casi sin comer"
Amal Merimi es la portavoz de la Asociación No toques a mi niño en Agadir. Reconoce que no han trabajado en profundidad con el problema de la profesionalización de la mendicidad ni con el uso que se da en este mercado a los niños. “Todavía no hay nadie en Marruecos que se dedique exclusivamente a este asunto”. Sin embargo, lleva años trabajando con niños en exclusión social, y conoce bien el tema.
“Sí que se da este fenómeno y es muy preocupante; un padre o una madre que alquilen a sus hijos no son ni padres ni madres, son otra cosa”. Merimi no es condescendiente con la necesidad. “Se pueden hacer muchas cosas en la vida, salir a trabajar en una casa como asistenta del hogar o dedicarse a la venta por ejemplo en el caso de las mujeres, pero no es de ley enviar a tus hijos a la calle a pedir dinero con desconocidos”.
Las consecuencias pueden ser nefastas, cuenta. “Los niños no están bien cuidados, pasan todo el día expuestos a la lluvia y al frío, o a un sol inclemente, casi sin comer y por supuesto, sin ir a la escuela; no es vida para un niño”. Además, muchos de ellos, cansados del trabajo que les han buscado sus padres, huyen de casa y se integran en las pequeñas familias de niños perdidos que habitan en las calles marroquíes. En la calle, dice Merimi, son un blanco fácil de otras mafias que trafican con niños y los explotan laboral y sexualmente.
Sara asiente. Está de acuerdo con Merimi. Ella trabaja como asistenta del hogar en Rabat. “Es verdad que en Marruecos hay gente muy pobre, en situaciones muy difíciles, pero hay que intentar buscar empleos dignos, aunque sean más pesados”. Sara está muy sensibilizada con el tema y cuenta un caso que recuerda.
“El de una madre que escondía a su marido que alquilaba a su niña para pedir dinero en la calle”. Un día, sigue Sara, el marido sospechó y siguió a la niña. “La rescató de un semáforo, pero ya era demasiado tarde”. Un golpe de calor le provocó “unas fiebres muy altas y murió; no pudieron hacer nada por ella”.
Fuente: Canariasaldia.com
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