Por Manuel Rodriguez.
INTRODUCCIÓN A LA COOPERACIÓN ENTRE LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN Y LA DE IGUALDAD
Recuerdo muy nítidamente aquel 18 de julio. No era un 18 de julio cualquiera, ni siquiera el del 36 que cogió a mi padre, siendo apenas un adolescente.
Era una fecha elegida por esa nueva clase social, procedente de un tal Pablo Iglesias, pero muy distorsionada me temo para los que creyeron y tenían convicciones de izquierda, de esa gente que cree aún, hoy día en la utopía, pero que desgraciadamente está prácticamente extinguida.
Era un miércoles y esa fecha correspondía al 2007. Era un 18 de julio muy abrupto e inquietante; no por la fecha en sí, sino por el motivo al que tuve que asistir: una apertura de expediente por posible desprotección hacia mis hijos, en la Dirección General de Infancia y Familias, aún por esa fecha perteneciente a la Consejería de Bienestar Social de la Junta de Extremadura y hoy ligada a la Consejería de IGUALDAD y Empleo.
Tres meses y medio atrás, había realizado un escrito de veintitantas páginas, incluyendo un CD con una extensa información de escritos realizados y aportación de documentos legales y literatura científica sobre el problema de mi hija; el muy mal conocido Trastorno por Déficit Atencional a diversos personajes de nuestra vida política regional: Presidente Autonómico anterior, Presidente Autonómico actual, Consejera de Educación y Consejera de Bienestar Social, entre otros. De esos personajes tan sólo me respondió el Gabinete de la Consejera de Bienestar Social, desentendiéndose e indicándome en unas rácanas líneas que el asunto incumbía a la Consejería de Educación, por lo que le daban traslado.
En mi escrito, entre otras cosas, se indicaba el lamentable estado de tantos niños abandonados por las instituciones para que se pusieran en marcha de una forma eficaz el tratamiento multimodal que debería aportárseles; entre ellos, la ayuda de Bienestar Social y se denunciaba la falta atroz de ayudas en el contexto escolar, al menos en el caso de mi hija; aunque sé fehacientemente por muchísimas asociaciones de afectados que la dejadez del sistema escolar es muy generalizada, en casos análogos a este.
Apenas dos meses antes de esa cita (para mí un neoalzamiento institucional), me reuní con la Consejera de Educación y su lugarteniente, Valhondo, el 24 de mayo, gracias a una pancarta incómoda y a la grabación de un medio de comunicación en plenas puertas de la Consejería, donde tras levantar acta notarial de mi peso, comenzaba una actitud radical, tras denunciar y demandar ayudas para mi hija desde hacía demasiado tiempo y plasmadas en múltiples escritos que rondaban las 300 páginas por aquel entonces. Esa huelga de hambre comenzada terminó pocas horas después, tras, como solicitaba, reunirme con la Consejera y conseguir de ella, verbalmente los apoyos y ayuda hacia mi hija. Promesas que no se cumplieron y que como pardillo entendí que la palabra de estos personajes era sinónimo de honestidad y compromiso real.
Un mes antes de esa apertura de expediente; es decir en junio de 2007, me reuní con el inspector que llevaba el antiguo colegio de mi hija en Villafranca de los Barros, para que pudiera clarificarme muy graves hechos ocurridos con el supuesto apoyo hacia mi hija en su colegio y que, en modo alguno, alertó a este supuesto supervisor; es más al cabo de un rato se presentó otro compañero para, en forma de testigo presencial y sin, en teoría conocer el caso, ya que no era su zona, venirme a decir que el problema de mi hija era básicamente el familiar y que el déficit atencional de la niña prácticamente era inexistente en contraposición de los varios diagnósticos de especialistas médicos. Asimismo me anunció que posiblemente “en el futuro” me daría cuenta del daño que le iba a hacer a mi hija y que seguramente me gustaría ser el centro de atención. Ese futuro fue tan inmediato que un mes después, me llegó una citación para hablar sobre esa apertura de expediente en las dependencias de Infancia y Familia: Era el comienzo, no ya sólo de “avisos” sino de verdaderas hostias institucionales represivas de docilización, como las de no hace tanto tiempo y con la moralina de fondo de que las hostias caen sobre quien hurga más de la cuenta, quien osa quejarse a las sacrosantas instituciones por su anómalos funcionamientos, no vaya a ser que sea contagiosa esa actitud y despertemos de nuestros abducidos sueños, de nanas paradisíacas y multicolores burbujitas que nos endulcen y atonten el día a día.
Aunque el intervalo que iba del 18 de julio de 1936 al 18 de julio de 2007 (y sigue) es importante, pues hablamos de más de 70 años, al menos en mi caso, el procedimiento represivo y de falsas denuncias, acoso, derribo, bulos y aislamiento es tal que creo que esos logros que se cuentan, se han conseguido en nuestra muy enfermiza democracia, en muchos casos son sólo aparentes, virtuales y donde en muchos casos lo único que ha cambiado ha sido la forma: el uso de la boina arrugada, apretada y la mirada cabizbaja ante el superior o administrador y con la inhibición testicular respectiva, tras rogar ciertas dignidades ha pasado al “gran logro” de poder mirar a los ojos y soltar la indecencia de muchos administradores que nos joden el día a día con nuestras lógicas demandas, pero finalmente silenciadas, escondidas e incluso desvirtuadas y polucionadas con el ninguneo y el saberse vitalicios y apoltronados de ciertos personajes en puestos de diversos status político-administrativos; aunque se ha enquistado el fondo, el contenido, ese que nos sumerge en una pseudodemocracia, más cercana a veces a totalitarismos que a la libertad y a los derechos de los ciudadanos que tanto propugnaron muchos de los “teólogos” que compilaron nuestra Carta Magna, y de los que, hoy día, brotaron nuevos “yuppies” en unos casos; aburguesados trepas en muchos otros, ligados y muy cercanos al poder establecido; en todo caso con una muy dudosa ética y talla humana.
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