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Si no salvo mis ideales, no me salvo a mi.







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viernes, diciembre 21, 2007

Incertidumbre de quienes viven una realidad

Estupendo artículo de Jose Antonio Fortuny.


El otro día me llamó por teléfono mi amigo Diego, una de esas pintorescas criaturas que para desplazarse necesitan una silla de ruedas, y me apremió a que encendiera la televisión. Aparecía un anuncio muy bonito. Al verlo, me empecé a emocionar. Hacía años que no pegaba un brinco tan descomunal. “La asistencia que necesitas”, rezaba el eslogan. “¡Por fin lo hemos conseguido!”, exclamé. “Por fin, con la llegada de la Ley para la Promoción de la Autonomía Personal, todos aquellos que precisamos de asistencia personal varias veces a lo largo del día vamos a disponer de herramientas para poder disfrutar de los mismos derechos de los que ya hace tiempo goza la mayoría de la población”, aullé, alborozado. (Nota del autor para los no avezados en esta materia: la figura del asistente personal es una persona que te ayuda a poder realizar todo aquello que no puedes hace r como vestirte, comer, acompañarte al trabajo, a pasear, etc., convirtiéndose para los que requerimos este tipo de apoyos en el instrumento imprescindible para una verdadera integración social).

“Pero la prestación que nos dan sólo alcanza para poder contratar, en la práctica, entre dos y tres horas de asistencia al día...”, añadió acto seguido, abatido, reventando de un plumazo mí efímero momento de gloria.

“¿Que dices? ¿Estás seguro de eso? Pero si los que tenemos un cuerpo tan díscolo, que no nos hace ni puñetero caso, empleamos gran parte de este tiempo en “simples” maniobras como levantarse y acostarse de la cama..., por lo que con esta mísera dotación poco más podremos hacer, impidiendo revertir el déficit que padecemos quienes necesitamos del concurso de esta otra persona para participar plenamente en la sociedad. Obviamente, tampoco servirá para que las familias y en especial las mujeres cuidadoras recuperen una vida que les ha sido arrebatada por la dimisión de los poderes públicos en su deber de garantizar la igualdad de oportunidades (es lo que te ha tocado, apáñatelas como puedas, les han dicho desde siempre los dispensadores de la culpa y el castigo)”.

Mi amigo estaba hecho polvo, sentí un hondo suspiro al otro lado del auricular: “Con tres horas de asistencia al día como máximo nunca podré salir por ahí y perseguir chicas, como corresponde a un joven de mi edad; nunca podré desarrollarme plenamente como persona ni tener el control de mi propia vida. Cuando mis padres ya no puedan con nosotros acabaremos, y con mucha suerte, con nuestros huesos en una residencia, cazando moscas con la lengua y coreando las canciones de Barrio Sésamo”.

No sabía qué decirle. Me costaba reaccionar. Lo primero que me vino a la cabeza es que podía tratarse de un error sintáctico: probablemente no habían querido decir “la asistencia que necesitas”, sino “una pequeña parte de la asistencia que necesitas”. También barajé la posibilidad que el anuncio en cuestión fuera fruto de la interferencia de alguna emisora marciana. Pero el spot publicitario era tan claro y contundente..., y además lo repetían con tanta asiduidad...

Fue entonces cuando una insinuación de mi amigo me sacó del remolino de mis cavilaciones. Apuntó a una hipótesis que me puso la carne de gallina. No quise detenerme a considerarla seriamente; era demasiado escabrosa y perversa. Preferí apartarla de un manotazo mental, agarrar la dichosa ley, hincar los codos, y adentrarme en su lectura pormenorizada, buscando algo que pudiese aplacar nuestra consternación.

Tras leerla con detenimiento me topé con un rayo de esperanza en medio del negro y crudo panorama en el que nos hundíamos. Afortunadamente la ley, en su propio articulado, dota de mecanismos para mejorarla tanto a nivel autonómico como local. “Imagino que esto va a ser lo que van a hacer... No creo que nos dejen así...”, traté de reconfortarlo. Así lo indican, entre otros, el artículo 7.3 o el 11.2.: “En todo caso, las Comunidades Autónomas, de conformidad con lo establecido en el artículo 7 podrán definir, con cargo a sus presupuestos, niveles de protección adicionales al fijado por la Administración General del Estado [...] podrán adoptar las normas de acceso y disfrute que consideren más adecuadas”.

De lo contrario, si no fuera así, uno podría empezar a pensar mal... Y convendrán conmigo en que hay algo mucho peor que no poderse mover ni rascarse la nariz, algo más vergonzoso que no tener la ayuda que realmente necesitas: que te utilicen, que se rían de ti, que jueguen sin ningún tipo de escrúpulos con tu vida y dignidad.

Mientras tanto, acabé encontrando también el lado positivo a este tipo de anuncios, probablemente producido con la colaboración del Ministerio de Medio Ambiente: cuando alguno de nosotros mira este tipo de anuncios entonces se le calienta tanto la sangre que ya no necesita encender la calefacción. Un gasto que nos ahorramos.

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